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Tú vela al Niño Jesús

Las restricciones impuestas en Israel por la epidemia nos han impedido llevarla antes, pero el gesto de amor al Niño Dios, estaba ya a sus pies en el mismo momento en el que

anotaste tus intenciones y devolviste la velita.

A primeras horas de la mañana del pasado viernes 10 de junio, tuve el privilegio de peregrinar a Belén en tu nombre. Me acompañaba mi amigo y colaborador de El Pan de los Pobres, Jack Geliot, que conoce Tierra Santa como un auténtico guía. Me sacó algunas fotos en la pequeña puerta de entrada, rebajada de su tamaño original con la intención de obligar a curvarse al entrar en lugar tan sagrado. En el interior de la Basílica, nos recibió el sacristán y custodio de la Cueva Santa, George, que nos facilitó hacer la ofrenda con devoción y recogimiento.

La vela es un símbolo de la oración, que se consume en el amor suplicante. La luz de tu velita, con tus anhelos, tus peticiones y agradecimientos ilumina ya el rostro sonriente del Niño Jesús.

Gracias por haber participado de esta peregrinación espiritual hasta el Portal de Belén.

La Basílica de la Natividad y el Portal de Belén

En tiempos del emperador Adriano (76-138), las autoridades del Imperio–con el propósito de borrar los vestigios del paso de Cristo por la tierra– el lugar donde nació Jesús fue convertido en un bosque sagrado en honor del dios Adonis.

Pero jústamente eso hizo que en los primeros decenios del siglo siguiente –como atestigua

Orígenes– el lugar fuera perfectamente conocido en la localidad, incluso entre quienes no eran cristianos.

La Iglesia de la Natividad domina el paisaje de Belén desde lo alto de una de las colinas que rodean la ciudad. Fue construida por orden de Santa Elena, la madre del emperador Constantino, alrededor del año 330 d. C.

No es mucho lo que se conserva de la primitiva basílica, porque fue saqueada y destruida durante una sublevación de los samaritanos, en el año 529. Cuando se restableció la paz el emperador Justiniano mandó construir una nueva basílica, que se edificó en el mismo

lugar de la primera, pero con mayores proporciones. Es la que ha llegado hasta nosotros.

El centro de esta gran iglesia es la Gruta de la Natividad, que se encuentra bajo el presbiterio: tiene la forma de una capilla de reducidas dimensiones, con un pequeño ábside en el lado oriental.

Allí hay un altar y, debajo, una estrella de plata, que representa el cometa avistado por los Magos, señala el lugar donde Cristo nació de la Virgen María.

Las tablas del pesebre fueron llevadas a Roma por orden del Papa Sixto V (1585 a 1590), y se encuentra ahora en una capilla lateral de la Basílica de Santa María Maggiore, en Roma.