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El amor que se hace cercano

La Navidad es el tiempo en el que el corazón de la fe cristiana se hace visible: Dios no permanece lejano, sino que entra en nuestra historia y asume nuestra fragilidad. En el silencio de Belén, en la sencillez de un pesebre, el Hijo de Dios se hace pequeño para que nadie se sienta excluido de su amor.

Este misterio ilumina de un modo especial la vida de la Iglesia y su compromiso con los más pobres. El Niño que nace sin nada nos recuerda que la verdadera riqueza no está en la abundancia, sino en la confianza, en la entrega y en la fraternidad. La Navidad nos invita a mirar el mundo con los ojos de Dios y a reconocer la dignidad de cada persona, especialmente de quienes más sufren.

En El Pan de los Pobres, esta celebración nos impulsa a renovar el sentido profundo de nuestra misión: ser un humilde instrumento de caridad, fe y esperanza. Inspirados por el ejemplo de San Antonio de Padua, seguimos creyendo que el Evangelio se anuncia también con gestos concretos de cercanía, solidaridad y misericordia.

La Navidad no termina el 25 de diciembre. Es una llamada permanente a dejarnos transformar por el amor de Dios y a convertirnos, cada día, en pan compartido para los demás. Allí donde hay una mano tendida, una palabra de consuelo o una vida entregada, la Navidad sigue sucediendo.

Que esta celebración nos ayude a redescubrir la esperanza que no defrauda y a caminar con un corazón más sencillo, más atento y más abierto al prójimo. Desde aquí, deseamos a todos los que visitan esta web una santa y feliz Navidad, vivida en profundidad, con fe y con compromiso.