Usted está aquí

Sobre el horóscopo y otras prácticas supersticiosas

O hay nada de malo en consultar un adivino”, decía otra. En el momento no supe qué decir, simplemente que a mí ni se me pasaba por la cabeza. Pero luego, en casa, traté de buscar mejores respuestas y, hurgando en mis papeles, lo primero que encontré es lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto (nº 2116):

“Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios,

la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone ‘desvelan’ el porvenir (cf. Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”.

La cuestión es muy actual, porque cuando la fe declina, las supersticiones en la sociedad aumentan automáticamente. Todos tenemos dudas, interrogantes, inseguridades. Y, al mismo tiempo, somos curiosos, nos gustaría saber de antemano qué pasará con nosotros, cómo nos irán las cosas, etc. Y cuando se pierde la fe, se va a buscar las certezas en la superstición. No estoy diciendo con eso que mis amigas hayan perdido la fe –que si no cuando me lean me van a poner a caldo–, pero sin darse cuenta, las personas resbalan por caminos que no son buenos.

Este rechazo absoluto de la adivinación proviene del Antiguo Testamento, ya que el mundo pagano estaba dominado por las creencias en la astrología. Los romanos, por ejemplo, creían que las estrellas eran divinidades, o al menos eran controladas por divinidades. Apolo era el dios del Sol, su hermana Diana era la diosa de la Luna y los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno también eran divinidades.

Lo mismo sucedía con los semitas que rodeaban a Israel, por lo que la Biblia contenía repetidos mandatos contra la adoración de las estrellas (Dt 4, 19; 17, 3; 2 Re 17, 17; Jr 8, 2; Sof 1, 5).

Los Padres de la Iglesia y los primeros cristianos se opusieron a la astrología desde el principio y le atribuyeron con vehemencia un origen demoníaco.

En nuestras casas no debe haber nada relacionado con el espiritismo, o la superstición. Ni

amuletos de la “buena suerte”, ni cosas por el estilo. Hay quien enciende velas con supuestos poderes positivos, o coloca piedras en las estanterías que alejen energías negativas. Como católicos bautizados tenemos un poder al que muchas veces no prestamos la debida atención: podemos pedir a Dios que proteja y bendiga nuestros hogares. Por eso, la iniciativa de consagrar el hogar al Corazón de Jesús y poner su imagen en la entrada o en la puerta de la casa me ha parecido extraordinariamente útil y oportuna.