Si hay una característica clara que nos define a la mayoría de los seres humanos es la de la rutina.

Hay pasajes bíblicos que leemos con cierta frecuencia y que, sin embargo, nos resultan extrañamente distantes, no sé si porque sentimos que son anodinos o porque hay otros que nos resultan más interesantes.

"Kiva". Así se llama un programa educativo desarrollado en Finlandia pensado para frenar el acoso escolar.

“Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la Tierra, quedará atado en el Cielo, todo lo que desates en la Tierra, quedará desatado en el Cielo” (Mt 16, 18-19).

Ocurren en el vasto mundo que nos rodea un sinfín de calamidades. O, mejor dicho, de desgracias. Y lo peor de todo ello –además de extraño- es que nos hemos acostumbrado a ignorar tales dramas, a escucharlos y olvidarlos, a no dedicarles más de cuatro ó cinco minutos de reflexión mientras vemos los telediarios.

Hace poco me tocó clausurar el acto de graduación de un colegio, y traté de hacerlo exponiendo algunas de las reflexiones que me suscitan los jóvenes actualmente, entre los que me incluyo. 

Hace un mes expuse necesidad de reconsiderar la atención que nos merecen los ancianos -o la gente mayor en general-, porque con su experiencia nos iluminan a los jóvenes y procuran, de modo más o menos expreso, que no tropecemos en las mismas piedras que ellos.