Una característica en la vida de San Antonio, desde niño, fue su vida de recogimiento y oración. Sin duda, por una gracia especial de Dios, que toda persona puede recibir, Fernando de Bulhoes, como se llamaba nuestro santo en el mundo, cuando era niño, siempre tuvo una especial dedicación a la oración, lo que será siempre una característica en su vida.

En este este año 2013 se está conmemorando el 750 aniversario de la localización, en estado incorrupto, de la lengua de San Antonio, que se puede venerar en la Capilla de las reliquias de la Basílica de Padua.

La obediencia y la humildad son virtudes que marcan la vida de San Antonio y que se hacen presentes a lo largo de toda ella, que no podemos dejar de recordar que fue breve (36 años), pero intensa, aunque su vida pública sólo durara poco más de nueve (9) años.

El Padre Thomas de Saint-Laurent dedica un capítulo de su Vida de San Antonio de Padua[i] a la Vida interior del santo y dice que en ella hay que “buscar el secreto de sus éxitos apostólicos”. Añade el autor:

Al leer a los biógrafos de los santos y de aquellas personas que han destacado por su vida conforme a los planes de Dios, amor a la Iglesia y dedicación a los demás, sobre todo a los más necesitados espiritual y materialmente, encontramos un denominador común: la devoción y amor a la Virgen María.

Desde pequeño, Fernando había sentido inclinación a las misiones, máxime en aquella época en que los portugueses se estaban expandiendo por África; de ahí que los frailes menores – franciscanos – hubieran ido a Marruecos a predicar el Evangelio.

En el año 1210, Fernando Martín de Bulhôes se encuentra viviendo en el Monasterio de la Santa Cruz de Coímbra, que, en aquella época, era el principal centro de cultura literária y científica de Portugal.

En el Monasterio de la Santa Cruz tenía la Casa Madre la rama portuguesa de La Congregación de Canónigos Regulares de San Agustín. “En el nuevo monasterio, el joven religioso se aplicó a los estudios eclesiásticos, sin perjudicar por ello el habitual recogimiento. Sus libros de cabecera eran la Biblia y las obras de los Padres de la Iglesia.”.[1]