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Santa Eulalia

valores, de los que ellos hacían gala y que, hoy en día, echamos en falta. Sus experiencias pueden convertirse en referencia que guíe nuestros actos.

La oportunidad se me presentó de manera casual. Paseaba por Mérida, camino de una reunión. La amanecida resplandecía con la habitual pureza con la que las mañanas de primavera suelen brillar en aquellas latitudes. Hablábamos, mi acompañante y yo, de la falta de valores de nuestra sociedad, cuando él, mencionó a una santa emeritense, que aparecía en una poesía de Lorca, “Olalla”. Tras una corta búsqueda, encontré el poema:

Una custodia reluce
sobre los cielos quemados,
entre gargantas de arroyo
y ruiseñores en ramos.
¡Saltan vidrios de colores!
Olalla, blanca en lo blanco.
Ángeles y serafines
dicen: Santo, Santo, Santo. (1)

Descubrí un sentido himno de Prudencio, en el que se recogen las pocas noticias que tenemos sobre el martirio de Santa Eulalia, que tiene lugar durante la persecución de los cristianos por  el emperador Diocleciano.

A finales del siglo III, Emérita Augusta, se ha encumbrado como una de las más importantes ciudades del Imperio Romano. Eje del poder militar, jurídico y económico de la península ibérica, tiene una importante vida cultural. Se ha convertido en el centro y cruce de caminos de Hispania, la provincia predilecta del Imperio.

El gobierno romano se encuentra preocupado, ya que, en la ciudad, ha prendido la  semilla del cristianismo.

Eulalia, nace el año 290 y muere, víctima del martirio, en el 304. En el año 302, la persecución de Diocleciano va a cambiar el, hasta ese momento, feliz, desarrollo de su vida.

A finales del año 304, espantada por las noticias que recibe sobre las detenciones y suplicios que se infringen a algunos de los miembros de su Comunidad, Eulalia, todavía una niña, acude, voluntariamente, a declarar su fe ante los lictores romanos.

¿Quién es Eulalia, en que creencias ha sido educada, como ha sido su vida hasta ese momento? En el himno de Prudencio, hay detalles que pueden darnos alguna luz. Miembro de una familia hispano romana, Eulalia parece tener una vida acomodada y gozar, por sus expresiones y la soltura con la que se enfrenta al pretor, una elevada educación. En todos los dialogos que conocemos, habla desde la igualdad  con la autoridad romana, lo que resulta esclarecedor, no solo por tratarse de una hispana, sino, además, por ser una mujer, ya que es sabido que, el Derecho Romano, no otorga ningún derecho a la mujeres y menos, como es el caso, a las que viven en la casa de sus padres. De ellas, puede disponer el “pater familia”, casi como si fueran un objeto de su propiedad. Lo que nos lleva a afirmar, que, muy posiblemente, su padre, también fuera cristiano[2]. Por lo tanto, nuestra protagonista, sería, la hija de un propietario local, seguramente cristiano, quien le habría dado, una escogida educación, no normal en una mujer de su tiempo.

Regresemos a la declaración que Eulalia realiza ante los lictores:

-Decidme, ¿Qué furia os mueve a hacernos perder el alma adorando ídolos y negando al Dios Creador de todas las cosas, a nosotros, los cristianos? Soy cristiana, enemiga de vuestros dioses, Isis, Apolo y Venus, ellos no son nada. Soy un vaso frágil y puedes romperlo con facilidad pero mi alma no morirá por grande que sea mi dolor.

Al oírla hablar de esa manera, el pretor manda encarcelarla. Más tarde, la visita en la cárcel con la esperanza de que, ante la amenaza del tormento, se arrepienta y apostate[3].

-Con que, tan solo, toques la sal y el incienso con tus dedos, quedarás perdonada[4].- le explica, el pretor, en este momento, ya convencido de obtener una fácil victoria.

Eulalia, presa de justa ira ante el solapado intento del pretor de vencer su voluntad mediante el engaño, arroja los ídolos al suelo y con ellos, la torta sacrificial.

El pretor, herido en su orgullo,  llama al verdugo y le ordena comenzar los suplicios. Los pechos de la joven son desgarrados, primero con el látigo, luego, con los garfios. En tanto, Eulalia, ora en voz baja. Cando el pretor vuelve a acercarse a ella, su pequeño cuerpo malherido, se yergue y sacando fuerzas de su dolor, habla con voz clara, casi solemne:

-Escriben tu Nombre en mi cuerpo. ¡Cuan agradable es leer estas letras, que muestran, oh Cristo, tus victorias!

Sus verdugos, al contemplar la entereza con la que se enfrenta al suplicio, se llenan de odio y con inusitada crueldad, prenden fuego en sus heridas. Ella, mientras la púrpura de su sangre arde, poniendo al descubierto sus entrañas, continúa rezando en voz baja, como si el dolor reforzase sus convicciones.

Prudencio, henchido de romántica admiración, exclama:

-Cuando la niña expiró, una paloma blanca salió de su boca y volando, partió hacia el cielo.

La pálida mañana se estremece ante aquel cuerpecito que acaba de perder el humano aliento, los cristianos emeritenses lloran la sentida pérdida.

Confundidos y deseando ocultar su crimen, los romanos, que ya se adivinaban testigos de un hecho extraordinario, intentaron ocultar los restos de la santa fuera de las murallas, entre las espinas de un jaral. Era el día 10 de Diciembre del año 304. Inmediatamente después, un manto de nieve cubrió el lugar en el que reposaban los restos de Eulalia. Los miembros de su Comunidad, perdido el temor tras el gesto  de la niña, salieron en procesión, rescataron los restos de la mártir y les dieron santa sepultura,

Tiempo después, Constantino llegaba al poder y las persecuciones pasaban a la Historia La Iglesia emeritense construyó, primero un túmulo y más tarde una ermita, sobre el enterramiento de Eulalia. Sin que nadie lo publicitara, los peregrinos comenzaron a visitar, emocionados, el sepulcro de la niña, sobre él, que acabó construyéndose una basílica. La fama se extendió hasta los confines del Imperio desde donde llegaban, a visitar su sepulcro, los peregrinos durante la Alta Edad Media y Eulalia, ya famosa por las maravillas que obraba sobre quienes oraban a  su memoria, se convirtió en la primera patrona de España.

 

[1] “Romancero Gitano” García Lorca.

[2] Eulalia, no es ciudadana romana, ya que no parece gozar de las garantías legales de un ciudadano, tanto, durante el proceso como en el momento de los suplicios que se la infringen.

[3] Este hecho prueba la importancia social de la joven, que obligan al rector intentar salvarla.

[4] El sacrificio que se pide a los cristinos es más formal que real; sólo los cristianos se niegan a realizar estos sacrificios ya que su conciencia no se lo permite, por eso el gobierno imperial les persigue con crueldad.