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San Antonio de Padua

Vida de San Antonio

Suelen decir algunos biógrafos de San Antonio de Padua, que nuestro santo lleva consigo el “estigma” de tres mentiras (sic): Primera: no se llamaba Antonio, sino Fernando. Segunda no era de Padua, sino de Lisboa. Tercera: no era benedictino (como le representan algunas veces), sino franciscano.

Como iremos viendo a lo largo del relato de su vida, Dios le concedió muchas gracias, pero él supo corresponder, con oración y esfuerzo, a las mismas. Las circunstancias por las que fue discurriendo su vida nos van a mostrar que muchos de sus proyectos e ilusiones, de todo tipo, – sobrenaturales y humanas – no se cumplían, ya que los planes que Dios tenía, eran conducirle por otros derroteros.

Cualidades

Las reacciones de Fernando Martim de Bulhöes, luego Antonio, ante las nuevas situaciones, nos van a mostrar a una persona que acepta las contrariedades pero, en lugar de rebelarse contra Dios, refuerza sus oraciones y se dispone a aprovechar estas nuevas circunstancias.

Humilde y estudioso, saca provecho del tiempo que puede dedicar al estudio y a la oración, sin presumir de sus conocimientos y cualidades humanas.

Dios dispuso, para nuestro santo, una vida breve – 36 años –, de los que sólo 10 años dedicó a la vida activa de apostolado y enseñanza.

Hombre de carácter siempre aceptó la obediencia a sus superiores y supo realizar los trabajos más humildes, que una comunidad monástica requería de todos sus miembros. Su formación y su carácter, una vez descubiertos por San Francisco de Asís y sus superiores, hizo que le encomendaran actividades apostólicas de gran relevancia. No podemos olvidar sus misiones por toda Italia y en el Sureste de Francia. En ambos países tuvo que enfrentarse a los herejes que se habían asentado con fuerza.

También predicó ante el Papa Gregorio IX, predicó a los obispos franceses, donde recriminó  a alguno por su actitud y por la vida que llevaba, que corrigió. Ante el Papa tuvo que defender el espíritu y las constituciones que San Francisco había dado a los Frailes Menores, que algunos de ellos pretendían modificar.

Cómo se ve, una vida que bien vale la pena conocer con detalle, para sacar fruto de ella.

El año 1212, de nuevo tiene que tomar una decisión importante. Las frecuentes visitas que recibe, de familiares y amigos, en San Vicente, le obligan a solicitar su traslado al monasterio de la Orden en Coimbra.

En esta ciudad tuvo contacto con los frailes menores – franciscanos – instalados en sus proximidades– San Antonio de los Olivares – y le impactó muchísimo asistir a la llegada de  los cuerpos de los cinco frailes menores, martirizados en Marruecos, a donde habían ido a predicar el Evangelio. Esta vivencia despertó en Fernando un afán por ir a tierras marroquís a misionar y morir mártir.

Marruecos, Sicilia, Romaña, Bolonia

Dios, que iba guiando la vida del joven Fernando, transformando sus generosos proyectos por otros, le guió a entrar en los Frailes Menores, con la condición de que le enviaran a Marruecos. Vimos que allí fue, pero la enfermedad y las tormentas marinas le llevan a Sicilia, donde, una vez repuesto, se incorpora, de forma discreta, a las actividades de la Orden.

Descubiertas por sus superiores y San Francisco, su formación y cualidades, le dedican a la enseñanza de los frailes menores y la predicación contra las herejías que se habían extendido por Italia y Francia. Hay que destacar esta actividad, que le llevó a correr grandes riesgos y a sufrir las decepciones propias de aquellos que no quieren escucharle, lo que, inspirado por Dios, hizo que fuera a predicar a los peces. Durante su predicación destaca su afán por pacificar a las gentes, enfrentadas en continuas guerras fratricidas.

Comité de Redacción