Usted está aquí

Reivindico la Experiencia

Escritor

Nuestra Sociedad, esa Corte de los milagros que nos sorprende cada día, inventa nuevos subterfugios para que nos consideremos raros en lo que antes nos parecía un ambiente amigo. El ruido vocinglero de quienes pretenden descubrir nuevas verdades repitiendo eslóganes olvidados, hace que nos sintamos extraños en nuestras calles, en el entorno que creíamos haber ayudado a crear.

Al acercarme a la entrada de un Club, un lugar de reuniones, un auditorio de conciertos, una sala de conferencias o una librería, observo las paredes con atención. Me temo que algún día encontraré, ante mí, un letrero que avise: “Prohibida la entrada a los mayores de sesenta años”.

En una Comunidad cada vez más envejecida resulta muy difícil encontrar un lugar para los mayores que deseen seguir ejerciendo como ciudadanos. Cada día es preciso ser más joven para que consideren tus ideas, más agresivo para que admitan tus aportaciones. En un momento en el que los verdaderos líderes han desaparecido, el secreto consiste en defender principios manidos e ideas obvias que eviten pensar a las personas. Adoptar decisiones que puedan hacernos incurrir en responsabilidad.

Reivindicar la experiencia

Esa es una buena manera para detener el avance del mundo, nuestro mundo. De hacerlo menos humano e ilusionante. Ha llegado el momento de reivindicar el valor de la experiencia. Cuando menos, nos evitará cometer los errores tantas veces repetidos. Siento nostalgia por las personas que habitaban el siglo XVIII. No porque especule que conviene regresar a otros tiempos. Soy de los que piensa que sólo hay que mirar atrás para evitar errores y para coger la confianza necesaria para avanzar más de prisa. Reivindico el siglo XVIII porque creo llegado el tiempo de recuperar la razón, de colaborar con los “otros”, de sentir que, si cada uno aportamos nuestra pequeña cuota, lograremos que las generaciones futuras sean más felices y conozcan un mundo mejor que el que nosotros conocimos.

Tenemos que cambiar un mundo, en el que la experiencia es más una rémora que un valor. Parece como si a partir de una edad el mérito fuera guardar silencio y mostrar apoyo a las nuevas generaciones. Ni siquiera sirve aceptar nuestras equivocaciones para que sean revisadas. En el Libro de la Sabiduría, se puede leer:” Que la honrada vejez no es longevidad, /ni se mide por el número de los años; la prudencia es la verdadera canicie del hombre, / y la verdadera ancianidad es una vida inmaculada. /…Los pueblos ven, pero no entienden, /ni sobre ello reflexionan, / porque la gracia y la misericordia es para los elegidos de Él…” Del error nace la experiencia. De la contingencia, la esperanza y ella es el alimento del alma, la vitamina que nos ayuda a vivir y nos da el vigor suficiente para perdonar la indolencia. Aristóteles decía que, si existen ciudadanos con más méritos que el resto para gestionar el gobierno, éstos son los más virtuosos. Aquellos cuyo recorrido haya sido intachable y puedan servir de ejemplo al común de los ciudadanos.

Mérito y capacidad de trabajar

Es preciso, por tanto, recuperar el valor del mérito y la capacidad de trabajar en equipo para mejorar nuestra situación. No descubro nada nuevo si digo que la Atenas de Aristóteles era famosa por el elevado grado de corrupción de muchos de sus mandatarios. Por culpa de esa corrupción, dirigida en favor de los intereses de Persia, un bárbaro como Filipo se impuso al resto de las ciudades-estado de Grecia y planeó la famosa aventura de Alejandro que acabó con el imperio de los aqueménidas.

Quienes, aparentemente, pertenecemos al pasado no nos sentimos orgullosos de nuestra obra ni de casi ninguna de las decisiones que tomamos. Es más, aceptamos la crítica que nos responsabiliza, en parte importante, del caos al que, actualmente, nuestro entorno se ve sometido. Nos equivocamos tantas veces que no podemos reivindicarnos como salvadores de nada ni de nadie. Lo que sí podemos hacer es trabajar, utilizando nuestros errores, para construir un futuro mejor. Creemos que, el escaso valor de nuestra experiencia, puede ser utilizado en beneficio de quienes nos sustituyan. También nosotros fuimos tras los pasos de quienes nos habían precedido. Tal vez, nuestra mirada a su obra, fuera despectiva. Esa mirada cómplice pudo ser un error, pero ello, no justifica su repetición.

No creo en las posturas excluyentes. En mi opinión cuantos más colaboren en la creación de un futuro más digno y mejor, más posibilidades de éxito tendrá el intento.

Evitar la inacción

El argumento de que hemos de obviar el pasado porque de nada sirve recordarlo y aguardar con temor el futuro porque se adivina evanescente y volátil, es condenarnos a la perpetua inacción.

La esperanza es el futuro, el espíritu y la materia, el presente. El recuerdo, el listado de los errores cometidos, la experiencia. El Estado de Bienestar, una nebulosa que creemos irrecuperable.

No hay que dar nada por sentado. Es preciso mirar al pasado, al presente y hacia adelante. Hubo otros tiempos en los que se valoraba la experiencia, aunque fuera para no repetir los errores cometidos.