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Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
- Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto. 
Felipe le dice: 
- Señor, muéstranos al Padre y nos basta. 
Jesús le replica: 
- Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

Comentario del Papa Francisco

La verdadera autoridad de la Iglesia de Roma es la caridad de Cristo, no hay otra. Esta es la única fuerza que la hace universal y creíble para los hombres y el mundo; esta es el corazón de su verdad, que no  erige muros de división y exclusión, sino que se transforma en puente que construye la comunión y llama a la unidad del género humano. So se puede representar a alguien sin reflejar sus rasgos, sin evocar su rostro. Jesús dice: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9). Es importante no consentir que se desvanezca el rostro de Aquel que está en la raíz del propio itinerario, o que se confunda la voz que ha dado origen al propio camino. “Acuérdate de Jesucristo” (2Tim 2, 8), decía Pablo a su discípulo. No perder la memoria de Jesucristo.