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Mujeres de la Alta Edad Media

Escritor

Creo que el otoño es una temporada que hay que reivindicar como una buena época para pensar. Cuando ha pasado la exuberancia de los paisajes alegres y mundanos y la naturaleza comienza a mostrársenos desnuda y melancólica llega el momento de descubrir la importancia de las cosas intrascendentes.

Vivimos tiempos oscuros y controvertidos. Momentos de tristeza y violencia en los que el ataque al diferente se presenta como refuerzo de nuestras propias convicciones. El decoro ante quien no comparte nuestras ideas se ha trasformado en sinsentido. El insulto y la ironía buscan sustituir a la razón. No deseo tolerancia, simplemente, demando respeto.

No busco reivindicar oscuros tiempos pasados sino traer aquí experiencias de épocas en las que todo parecía por hacer. En ese momento, hay personas que, saliendo del olvido, nos muestran un coraje tan grande que es capaz de remover obstáculos y crear nuevas estructuras sociales. En un tiempo aparentemente místico, ellas, porque se trata de dos mujeres, se muestran dispuestas a abordar los problemas con alegría, imaginación y  un permanente deseo de vivir.

Pasados los calores del verano, llega el tiempo para reposar las ideas y sentirse humilde ante los insólitos acontecimientos que nos depara la naturaleza.

Edad Media

Los seres humanos siempre somos sorprendentes. A veces, desconcertantes. La Alta Edad Media es uno de los períodos más desconocidos y maltratados de la Historia de Europa.

Cuando hablamos de las proximidades del año 1000 vienen a nuestra mente terrores milenaristas y sombríos paisajes de una sociedad que se debate entre la nostalgia que siente, de un pasado que hace mucho tiempo ha dejado de existir y un dudoso futuro. Sin embargo, en esa época, existieron personajes brillantes que siempre he deseado recuperar.

Durante muchos años, ha llamado mi atención el comportamiento de unas mujeres que compartieron su vocación de servicio a su religión y a Dios con una sana alegría de vivir.

Nos hallamos en tiempos de Sacro Imperio, en esos momentos, dirigido por el emperador Otón II, de quien nuestra monja llegó a ser consejera. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la barbarie parece instalada en Europa. Únicamente, en algunos monasterios, se preserva la cultura clásica. La gente mata y muere y Occidente parece condenado  a desaparecer.

Aún no hemos llegado al, presumiblemente, fatídico, año 1000.

La monja Roswitha

Antes de que cumpliera los veinte años, la monja Roswitha ha hecho sus votos en el monasterio Benedictino de Gandersheim, en la Baja Sajonia. De gran humildad, siempre se presentó a sí misma, como una "mujer oscura", "una monja pobre" a quien "por la tolerancia del Creador... le ha sido dado adquirir cierto conocimiento en las artes". Apasionada de la lectura, gracias a la biblioteca de Gandersheim, leyó a Virgilio, Ovidio, Boethius y a los escritores cristianos, Prudencio o Venancio Fortunaro.

Entre el año 955, fecha aproximada de su entrada al monasterio, hasta las proximidades del año 1000, fecha en la se fija el momento de su muerte, Roswitha, escribió, "esforzándome según mi capacidad", obras literarias encaminadas a hacer de la vida un camino de esperanza y alegría.

Gracias a su buena formación, a su alegría por vivir y a la ayuda de su abadesa, Gerberga[i], Roswitha, buena poetisa, compuso un himno al emperador, escribió vidas de santos y editó obras de teatro al estilo de Terencio.

La parte más atractiva de su obra son sus seis comedias. Sus escritos se dividen en dos libros, uno dedicado a la recuperación de leyendas y otro a sus comedias teatrales. Así mismo, escribió, ambos en latín, dos historias, la de su monasterio, entre el año 846 y el 919, y la de la casa de los Otones.

Hildegarda de Bingen

El otro personaje que quería traer aquí, es Hildegarda de Bingen. Bingen es una pequeña ciudad semidormida a la orilla del Rin. Su vino blanco sigue atrayendo a los visitantes pero durante muchos años fue la patria de Hildegarda.

Nacida en 1098, su carácter y su manera de ser hicieron que sus padres confiaran su educación, cuando apenas había cumplido ocho años, a la abadesa Jutta de Spanheim.

Sobre Hildegarda, sus conocimientos y su trabajo a favor de la fe podría escribirse un libro, hoy, me gustaría hablar de su tarea a favor de la ciencia y la cultura de su siglo.

A la edad requerida, entró en el monasterio y se convirtió en abadesa. Fundó un monasterio cerca de Bingen y a él se trasladó en compañía de su comunidad.

Persona de cultura enciclopédica, además de escritora, fue médica, científica, compositora musical, miniaturista y teóloga. A requerimiento de los obispos, luchó contra la herejía cátara y la corrupción del clero, muy de moda en aquellos tiempos. Su cosmovisión le llevaba a asociar la enfermedad del cuerpo con la del espíritu. Su existencia fue un homenaje a la fe cristiana.

[i]       Gerberga, parece que era sobrina del emperador, entró como abadesa al monasterio en 959, debió encontrarse con Roswitha en el convento. Se piensa que Roswitha había nacido en el 935 y Gerberga, en el 940. Anteriormente a Gerberga, la abadesa del monasterio era Weldelgard