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Los pueblos invasores

Los pueblos invasores La invasión de los bárbaros, 1847. Ulpiano Checa. (Copia de Gregorio Peña)

Entre los varios problemas que este hecho histórico suscita, el primero es su significación histórica. Precisamente cuando, después de Teodosio I, el Imperio se había cristianizado por completo, cae sobre él esta avalancha arrolladora, que no se detiene hasta destruirlo. Ante este hecho, se explica se produjera una doble reacción. Entre los paganos, una como satisfacción, al ver cómo se hundía el Imperio cristiano. Por el contrario, entre éstos, una gran confusión de ideas y como desconfianza en la Providencia, que permitía tales calamidades. En este ambiente se explica la obra de San Agustín de Civitate Dei.

Pero en todo caso, ya que tuvieron lugar estos hechos, deben juzgarse providenciales, pues los nuevos pueblos inyectaron nueva vida al Imperio romano, mientras el Cristianismo los convertía lentamente, haciéndolos portadores de la cultura católica en lo sucesivo.

Godos, ostrogodos y visigodos

Los godos fueron los primeros que entraron en contacto con el Cristianismo. Se hallaban al Noroeste del mar Negro, y en sus frecuentes incursiones contra el Imperio romano se llevaron consigo algunos esclavos cristianos, de quienes aprendieron el Evangelio de Cristo. Pero quien influyó más en su evangelización fue Ulfilas, o Wulfilas (+ 383), quien trabajó varios decenios entre ellos, si bien les enseñó el Cristianismo arriano. Por eso las dos ramas de los godos, los ostrogodos y los visigodos, eran arrianas.

Los borgoñones

Los borgoñones ocupaban la región junto al mar Báltico. Al fin consiguieron penetrar dentro del Imperio romano por la Renania, en Colonia, Tréveris y Maguncia. Allí se hallaban hacia el año 400, y en su contacto con los cristianos habían aprendido el Evangelio. A mediados del siglo emigraron hacia la actual Saboya, donde se asentaron definitivamente.

Invasiones de los visigodos

Después de repetidas tentativas, rechazadas por Estilicón, Alarico entró con los visigodos en Italia y saqueó a Roma. El año 410 le siguió Ataulfo, quien se unió con los romanos  y se dirigió con sus hordas al sur de Francia, que conquistó, y luego pasó a España. Asesinado en Barcelona, le siguió Walia, en 415, iniciando el reino visigodo.

Suevos, vándalos y alanos

Procedentes del otro lado del Rin, se pusieron en movimiento a través de las Galias y llegaron a la Septimania; pero, empujados por los visigodos, entraron en España por el extremo occidental de los Pirineos. Los suevos se asentaron hacia el Noroeste y los alanos hacia la Lusitania, mientras los vándalos atravesaron el centro y ocuparon todo el Sur. Según parece, de aquí viene el nombre de Vandalucia, o Andalucía.

Sin embargo, bien pronto, empujados los vándalos por los visigodos y llamados desde África por el gobernador romano Bonifacio, pasaron el Estrecho al mando de Genserico, el año 429, y se apoderaron de todas las posesiones romanas hasta Cartago. Fueron el pueblo que en su tránsito por España y luego en África cometió más crueldades con los cristianos, que ya han quedado como prototipo de la crueldad. La tradición refiere diversos martirios de este tiempo.

En Italia

Italia fue el campo de batalla de varios pueblos invasores. Los hunos, capitaneados por Atila, hacia el año 430, invadieron el centro de Europa, y después de vagar durante varios años devastándolo todo, dieron, cerca de Paris, la batalla de los Campos Cataláunicos  contra las fuerzas coaligadas dirigidas por Aecio. Volviendo luego atrás, se dirigieron a Italia, donde fueron detenidos por San León Magno el año 452. Muerto poco después su jefe, Atila, se deshizo aquel conglomerado. También los vándalos, procedentes de áfrica, entraron en Italia el año 475, al mando de Genserico, y devastaron a Roma.

Los hérulos, capitaneados por Odoacro, entraron en Roma cuando reinaba Rómulo Augústulo, y el año 476 lo destronaron. Pero ellos, a su vez, fueron vencidos por los ostrogodos, los cuales se apoderaron de casi toda Italia, bajo el mando de Teodorico (471-526), el cual fundó un Estado bastante considerable.

Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.