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La limosna

La tierra, así llamada porque se tuesta con la sequedad natural, es la carne, tan sedienta que nunca dice basta. Tesoros son los sentidos preciosos del cuerpo. La herrumbre, mal del hierro, que se deriva del verbo erodo, corroer, es la lujuria, que apaga el esplendor del alma y la consume. La polilla, (tinea), que viene de tener, es la soberbia o la ira. Los ladrones, que etimológicamente (fur/furvus) significa noche oscura, son los demonios. Por tanto, si hacemos algo en la carne, escondemos tesoros en la tierra, es decir, cuando ocupamos los sentidos preciosos del cuerpo en deseos carnales o terrenos, la herrumbre, es decir, la lujuria, los consume. Después, la soberbia, la ira y otros vicios, destruyen los vestidos de las buenas costumbres. Si algo queda de ellos, lo roban los demonios, siempre atentos a despojarnos de los bienes espirituales.

Un gran tesoro

Atesorad tesoros en el cielo. La limosna es un gran tesoro. Las manos de los pobres, dice San Lorenzo, han llevado los bienes de la Iglesia a las arcas del cielo. Atesora en el cielo el que da a Cristo; da a Cristo el que reparte entre los pobres. Dice el Señor: Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis. La palabra limosna en griego significa misericordia. Se llama misericordia porque riega el corazón mísero. Se riegan los huertos para cosechar frutos.

Riega también tú el corazón del pobre miserable con la limosna, que llaman agua de Dios, para cosechar frutos en la vida eterna. El cielo sea para ti el pobre; deposita en él tu tesoro para que tu corazón esté allí siempre, sobre todo en esta santa cuaresma. Donde está el corazón están los ojos, y donde están estos dos, está la inteligencia, de la cual dice el Salmo: Bienaventurado el que entiende el necesitado y el desvalido.

Por eso dice Daniel a Nabucodonosor: Sírvete aceptar mi consejo, rey; redime tus pecados con limosnas, y tus iniquidades con misericordia a los pobres. Muchos son los pecados y las iniquidades; por eso, deben ser muchas las limosnas y misericordias con los pobres, para que redimidos por ellas del cautiverio del pecado, podáis volver liberados a la patria celeste. Ayúdenos Él, que es bendito por los siglos. Amén.