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La Catedral de Santander y su iglesia del Santísimo Cristo

Puerto de la Victoria, como se llamaba el asentamiento romano que dio origen a la ciudad de Santander, gozaba de unas condiciones estratégicas extraordinarias, pues era un promontorio casi completamente rodeado por el mar desde el que se dominaba toda la bahía.

Iglesia Colegial de los Cuerpos Santos

El actual conjunto histórico y monumental fue construido entre finales del siglo XII y el XIV sobre un antiguo monasterio del siglo VIII, la Abadía de los Cuerpos Santos, en el que se custodiaban las reliquias de los mártires Emeterio y Celedonio sacrificados en Calahorra cinco siglos antes. Sus cráneos fueron traídos por los que huían del dominio musulmán de la península ibérica.

La construcción de la planta inferior data de los primeros años del siglo XII, poco después de que se concediesen los fueros a la ciudad. Fue elevada a rango de colegiata en 1131 por el rey Alfonso VII, el Emperador, y comenzada la reconstrucción de los actuales edificios por iniciativa de Alfonso VIII, tras la concesión del fuero de Santander en 1187. La parte superior del edificio se construyó entre finales de ese siglo y comienzos del XIV. Al finalizar se construyó el claustro gótico. Posteriormente recibió el título de Iglesia Colegial de los Cuerpos Santos. Tiene especial interés la puerta principal, levantada hacia 1230, donde están labrados los primeros escudos del reino en que aparecen juntos castillos y leones, tras la unificación definitiva de León y de Castilla en tiempos de Fernando III, cuyo hijo Sancho fue abad de la colegiata.

Iglesias superpuestas

La actual catedral de Santander (lo es desde 1754) está formada por dos iglesias superpuestas de estilo gótico. La baja, parroquia del Santísimo Cristo, se construyó durante el primer tercio del siglo XIII; la alta lo fue durante el resto de aquella centuria, siendo reconstruida en parte, y ampliada, a mediados del siglo XX. El conjunto se completa con el claustro del siglo XIV.

La iglesia baja se conserva en su integridad. Es de planta rectangular, sin crucero, y están formada por tres naves de cuatro tramos, más los ábsides de cabecera, de factura algo posterior al resto.

Puede sorprender lo robusto de las pilastras y arcos para bóvedas tan bajas, pero debe considerarse que también soportan a la iglesia alta.

La iconografía de los capiteles se reduce a un estilizado y sobrio juego vegetal, salvo en los pies y la cabecera donde se tallaron cabezas y escenas sencillas.

La mayor parte de las claves ostentan decoración floral, solamente las de las cabeceras tienen elementos historiados (un sol en la clave del presbiterio, san Pedro en la del Evangelio y el Cordero Pascual, en el tramo central).

Hallazgos romanos

Durante los años 1982 y 1983, se realizaron excavaciones arqueológicas en el suelo de esta iglesia; una parte de los cien metros cuadrados en que se trabajó puede contemplarse a través de pavimento de cristal, en la nave norte. Aquí aparecieron abundantes restos del primitivo asentamiento romano, entre los que destacan instalaciones termales y fortificaciones, así como restos de las sucesivas iglesias anteriores a la actual.

Las cabezas de los santos mártires

Las cabezas de los soldados romanos Emeterio y Celedonio –dos hermanos riojanos martirizados en Calahorra por Diocleciano hacia el año 300– probablemente fueron traídas, desde esa ciudad huyendo de la invasión musulmana en el siglo VIII. Las reliquias

fueron cuidadosamente depositadas en el horno de ladrillo existente en las ruinas de los baños romanos. Sobre este monumento o “martyrium” se construyó un altar, dentro de la primitiva iglesia dedicada a los Santos Mártires; templo que fue rehecho y ampliado en varias ocasiones, la última de las cuales es el actual edificio. El culto a las cabezas de estos santos se extendió por toda la región e incluso fuera de ella, dando origen a peregrinaciones y jubileos para cuyos ritos se abría la Puerta del Perdón.

En 1533 se procedió a descubrir las reliquias situadas en la antigua cripta, exponiéndolas a la veneración en sendos relicarios de platas, con representación de cabezas humanas, realizados en Burgos entre 1533 y 1536. En esta hornacina se encuentra también un relicario de San Germán, de mediados del siglo XVI.

La iglesia

La nave central está presidida por un Cristo crucificado, obra de la escuela castellana, de la segunda mitad del siglo XVIII, que da nombre al templo.

La lámpara encendida nos indica que el Santísimo está presente, en el Sagrario. Es un lugar de adoración y oración silenciosa a Jesucristo. Arrodillémonos nosotros también unos minutos, antes de proseguir la visita.

Sobre el altar contemplamos una Piedad de piedra policromada, realizada en 1939, a imitación de la de Gregorio Fernández.

En el mismo altar se encuentran grabados los nombres de los que murieron asesinados en 1936, en el barco-prisión anclado en la bahía y cuyos restos reposan bajo el suelo de esta nave sur. Tres de aquellos mártires han sido ya beatificados: dos sacerdotes y un seglar de 22 años de edad, perteneciente a la Federación Regional de Estudiantes Católicos.

En esta misma nave se encuentran los relieves (resto de un antiguo retablo) del siglo XVII, con las escenas del Descendimiento y del Santo Entierro, de factura popular, asignable al taller de Camargo (Cantabria).

El atrio y el pasadizo de los azogues

Este pasadizo debe su nombre, según algunos, a las mezclas de mercurio que allí se hacían para fabricar pólvora en el desaparecido castillo de San Felipe, aunque lo más probable es que este nombre se refiera al antiguo azogue, o mercadillo, que en este pórtico se celebraba.

En este atrio contemplamos dos puertas. Al oeste la principal, de acceso al templo; al este, la del Perdón, engalanada con una prolija decoración y alusiones al libro del Apocalipsis, que se abría únicamente los años de jubileo y peregrinación a la tumba de los santos mártires Emeterio y Celedonio, patronos de la ciudad y de la diócesis.

Las campanas

Tenemos también noticias de que el Obispo Menéndez Luarca, devoto entusiasta de San Emeterio y San Celedonio, en 1743 consagró una de las campanas de la catedral con el nombre de “campanón de los Santos Mártires” y la otra “de la Virgen del Carmen”, subrayando con ello la naturaleza fundamentalmente marítima de Santander.

Cuando había tormenta o borrasca en la mar se hacía tocar el campanón, para avivar la fe y dar a los que peligraban el consuelo de que todo el pueblo se estaba acordando y compadeciendo de ellos y encomendándolos al patrocinio de los santos mártires, sus abogados._

Para saber más:

La Catedral de Santander. Patrimonio Monumental.

José Luis Casado Soto. Editorial Fundación

Marcelino Botín. Santander 1997.