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Huída de Eías

Huída de Eías

Fatigado por el camino y hastiado de la vida, echóse a la sombra de un enebro y se quedó dormido. Envióle Dios un ángel para consolarle, el cual, después de haber puesto pan y agua a su lado, le despertó diciéndole:

– Elías, levántate y come.

Elías comió y bebió; pero, habiéndose acostado, volvió a dormirse. Despertóle nuevamente el ángel y le ordenó que comiese más, porque le quedaba aún mucho que andar. El profeta comió y bebió por segunda vez, con las fuerzas recibidas del alimento, viajó cuarenta días con sus noches hasta llegar al monte Oreb.

Esta comida de Elías es una figura de la Santísima Eucaristía, que nos dejó el Señor para fortificarnos y ayudarnos a caminar en la vía del Cielo; no basta tomarla una sola vez, sino que es necesario hacerlo con frecuencia.

Eliseo sigue a Elías

Elías permaneció algún tiempo en el monte Oreb, escondido en una cueva, hasta que Dios le mandó que fuera donde estaba Eliseo y le consagrara profeta para que le sucediera. Eliseo era agricultor y le halló arando en el campo. Eliseo, pues, se acercó a él y poniéndole el manto sobre las espaldas, le manifestó las órdenes del Señor. Después de haberse despedido de sus padres y ofrecido a Dios el sacrificio de unos bueyes con su arado, Eliseo se marchó con Elías, el cual fue discípulo y fiel compañero.

Asesinato de Nabot

Acab, además de haber caído en la idolatría, se manchó también con la injusticia más enorme. Cerca de su palacio poseía Nabot una viña, que agradaba al rey. Éste se la pidió vendida o a cambio. Nabot no se la quiso dar, porque era herencia de sus padres y la conservaba con cariño. Disgustado por esto el rey, o más bien encolerizado y frenético, se echó en la cama con el rostro hacia la pared, resuelto a no tomar alimento alguno. Viendo Jezabel a Acab tan apesadumbrado, escribió a sus cortesanos que acusasen a Nabot de blasfemo, para que en calidad de tal, fuese apedreado, como así se ejecutó con la mayor prontitud, para secundar los malvados deseos de Acab. Pero mientras éste iba a

tomar posesión de la viña, con tan inicuas artes adquiridas, se presentó Elías delante de él y le dijo:

– He aquí lo que dice el Señor: “Aquí donde los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán también la tuya. Jezabel será igualmente devorada por los perros y toda tu descendencia exterminada”.

Muerte de Acab

Muy pronto se cumplieron las amenazas de Dios. Al oír Acab las palabras de Elías, dio señal de arrepentimiento; pero eran señales fingidas. Tres años más tarde salió con Josafat, rey de Judá, para combatir con Benadad, rey de Siria. Para conocer el éxito de la empresa consultó a cuatrocientos falsos profetas, los cuales le predijeron que alcanzaría victoria.

Josafat, empero, que adoraba al verdadero Dios, quiso consultar a un profeta del Señor, y Acab, para darle gusto, hizo llamar a Miqueas, hombre lleno de Espíritu Divino, el cual le predijo una completa derrota. En vez de escuchar al profeta, Acab mandó que fuera encerrado en una cárcel y que no se le diera más alimento que pan y agua, para matarle, no bien volviera de la guerra.

– Me conformo – dijo el profeta – si es que vuelves.

Partió Acab para la infausta campaña, y una flecha disparada al acaso fue a herirle en el pecho, y al poco tiempo murió. Su casco, sus armas y las bridas de su caballo quedaron ensangrentadas, y su sangre fue lamida por los perros como había dicho Elías. (Año del

mundo 3107)