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Eternidad bienaventurada: undécima invocación

Eternidad bienaventurada. Undécima invocación

Undécima invocación

11. Oh salvador de los pobres, que acoges a cuantos recurren a ti, acoge mi súplica y preséntala a Dios para que me dé su ayuda.

El título de "salvador" de los pobres, le viene muy bien a san Antonio. Ante todo este título no tiene nada que ver con el título de único SALVADOR que sólo corresponde a nuestro Señor Jesucristo.

Cuando llamamos a una persona "salvador" o decimos que nos ha "salvado", queremos decir sólamente que nos ha ayudado en un momento de especial dificultad o necesidad; que nos ha sacado de un apuro. Y sabemos que si todos alguna vez tenemos apuros en la vida, los pobres los tienen mucho más a menudo que el resto de los mortales.

Llama la atención en nuestro Santo, la exquisita sensibilidad conque trata a los pobres y los ayuda eficazmente. Y llama la atención porque provenía de una familia noble y rica, creció siendo servido y fue un amante del estudio y de la cultura por lo que su vida estuvo siempre rodeada de libros, pero decidió ser pobre con Cristo pobre y por eso eligió la vida consagrada, profesando los consejos evangélicos y dentro de esta consagración quiso vivir su elección con una mayor radicalidad dejando la comodidad de un monasterio para emprender una aventura misionera tras las huellas de san Francisco, el "Trovador de Dama Pobreza", el que quiso dejarlo todo para seguir a Cirsto Pobre y vivir como vivió Cristo y su "pobrecita" Madre y los apóstoles y ha pasafo a la historia como el Pobrecillo, il Povrello de Asís.

No hay duda al respecto. San Antonio vivió la pobreza con radicalidad y en esa experiencia aprendió y experimentó lo que viven y sienten los pobres por eso su predicación es un constante llamado a vivir el Evangelio al estilo de Jesucristo.

No tiene ningún reparo en anunciar el mensaje del amor y a la vez denunciar las injusticias para que tengan una pronta y eficaz solución, porque sabía con certeza que, cualquier cosa que se hiciera en bien o en mal a uno de "los hermanos más pequeños" se le hacía al mismo Cristo.

Cuando denuncia las injusticias no tiene nimgún tipo de miramientos. Denuncia lo mismo a los príncipes seculares que a los de la Iglesia. Y no lo hace por suscitar el odio o la revancha como hacen algunos partidos políticos que toman a los pobres como pretexto para vomitar su odio contra el resto del mundo sino que lo hacía buscando la conversión de la persona. Porque Dios no quire la muerte del pecador sino que se convierta y viva.

Cuando se presentó ante el tirano veronés, Ezelino de Romano, nos cuenta la antigua biografía Benignitas que le dijo: "Oh, enemigo de Dios, tirano despiadado, perro rabioso ¿Hasta cuándo continuarás derramando sangre inocente de cristianos? ¡He aquí que pende sobre tu cabeza la sentencia del Señor terible y durísima!

Estas palabras, aunque de momento no surtieron un efecto espectacular, trabajaron como gusano en la manzana en el corazón del tirano para su conversión.

¿Y cuantas gracias, algunas consideradas milagros no hizo nuestro Santo en favor de las familias, para salvar a una pobre mujer de los celos de un marido, para evitar un conflicto, para devolver la salud o la vida a un pobre necesitado?

Razones tenemos en abundancia para dirigir nuestras súplicas confiadas a san Antonio para que las presente a Dios y podamos recibir la ayuda que sólo del  amor misericordioso de nuestro Señor podemos esperar.