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Eternidad bienaventurada: Séptima invocación

Escritor

Séptima invocación.

7. Oh mi santo patrono, que te has prodigado por la salvación de los hermanos, guíame en el mar de la vida para que yo pueda llegar al puerto de la eternidad bienaventurada.

Indudablemente no hay un verbo que exprese mejor la actividad apostólica de san Antonio que "prodigarse". Sin duda nuestro Santo se gastó, se consumió sin conservar para sí un minuto de tiempo.

Es sorprendente que en solo treinta séis años de vida hay recorrido todo lo que recorrió, predicado todo lo que predicó y escrito todo lo que escribió.

San Antonio se sentía empujado, como san Pablo,  por la caridad de Cristo que lo urgía, lo empujaba a anunciar el Evangelio y a ayudar a otros para que lo anunciaran. Justamente por ello escribió sus "Sermones" que non son otra cosa que una colección de frases, conceptos, citas bíblicas, patrísticas, de la historia y de la literatura, sobre un determinado tema de predicación para que sus hermanos frailes y los predicadores en general pudieran tener a mano un depósito del cual poder sacar información para preparar la predicación.

Es un gesto de caridad exquisita; no se queda celosamente con sus conocimientos sino que los comparte y se sacrifica para que otros puedan saciarse en el pozo de erudición que él mismo con tanta fatiga había cavado a lo largo de los años.

Casi un mes antes de la muerte llega a Camposampiero para reposarse y recuperar energías después de una cuaresma agotadora predicada diariamente ante una inmensa multitud de fieles en Padua y un tiempo pascual sacrificado en la salud física porque no obstante el agotamiento y el cansancio se dirige a Verona para interceder ante el tirano Ezelino por la libertad de los ciudadanos paduanos que injustamente mantenía prisioneros. Una gestión sin éxito positivo, al menos desde el punto de vista humano.

Una vez llegado a Camposampiero, pide a su amigo el conde Tiso que le fabricara una pequeña cabañita sobre las ramas de un gran nogal que se encontraba en aquella propiedad del conde donde residían los frailes, para poder allí, aislado, dedicarse a la oración y a finalizar los "Sermonesfestivos" que había comenzado el invierno anterior. Una vez descubierto por la buena gente del pueblo que inmediatamente se le congrega alrededor, debe predicarles la palabra de Dios y lo hace con generosidad hasta la mañana del último día de su vida, el 13 de junio de 1231.

Con un mapa en la mano quedamos a boca abierta cuando vemos el recorrido de san Antonio por el norte de Italia (sin excluir Roma y Asís), y el sur de Francia.

Es un viajero incansable. Sea para predicar el Evangelio, como misionero, sea para combatir la herejía como teólogo, sea para animar a sus hermanos frailes y corregirlos y enfervorizarlos, en su calidad de ministro Provincial del norte de Italia, es evidente que nuestro Santo no estivo ocioso un solo momento.

Si recordamos que su salud no era la mejor, porque aquejado de una hidropesía que le hacía difícil respirar y moverse con agilidad y, que finalmente, lo condujo a la muerte, podemos decir que de veras se prodigó por la salvación de sus hermanos y debemos pedirle que nos sirva de guía en nuestro peregrinar hasta llegar al puerto seguro y definitivo: la Casa del Padre.