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Eternidad bienaventurada: décima invocación

Escritor

Décima invocación

10. Oh queridísimo Santo que ayudas a encontrar las cosas perdidas, haz que no pierda nunca la amistad con Dios, sino que la pueda conservar fielmente durante toda la vida.

Definitivamente, si hay algo que caracteriza la devoción antoniana es la oración para encontrar las cosas perdidas. Muchos devotos recurren al Santo prometiéndole una ayuda para los pobres cuando encontrarán lo que han perdido, porque saben que san Antonio tiene a los pobres muy en el corazón.

Recordamos una vez más la antigua oración del Si quaeris (Si buscas): El mar sosiega su ira/ redímense encarcelados/ miembros y bienes perdidos/ recobran mozos y ancianos.

Pero ¿Cuál es el orígen de esta devoción? ¿Por qué se recurre a san Antonio para hallar las cosas perdidas?.

El origen está en un acontecimiento de la vida del Santo que nos narra el Liber miraculorum (Libro de los milagros, 19): "Mientras que Antonio estaba en Montpellier, como maestro de Teología de los frailes, sucedió que un novicio salió de la Orden, llevándose consigo un salterio (libro de los Salmos) comentado, de gran valor, del cual el siervo del Señor se servía para la enseñanza. Era de noche.

“Sintiendo lo sucedido, el hombre de Dios quedó muy dolido. Se entregó a la oración. Por intervención divina, el diablo, armado de un hacha, le salió al encuentro al novicio fugitivo mientras se disponía a atravesar un puente. Y le dijo: 'Regresa al siervo de Dios, Antonio y a tu Orden con el salterio. De lo contrario, por orden de Dios, te mato y te tiro al río'.

“El novicio quedó aterrorizado, pero aunque temblando, no se quería rendir. Entoces el diablo comenzó a crecer de estatura,convirtiéndose poco a poco más triste y horrible y se estaba lanzando sobre él para matarlo. Vencido por el terror, el novicio regresó donde el hombre de Dios. Devolvió el salterio, reconoció su culpa y pidió, llorando, ser readmitido en la Orden".

La petición es muy acertada y necesaria: haz que no pierda nunca la amistad de Dios, sino que la pueda conservar fielmente para toda la vida.

La amistad de Dios es la gracia, es decir, la vida de Dios en el alma. Un alma en estado de gracia es un alma en amistad con Dios. Por el contrario, un alma en pecado, es un alma que ha roto la amistad con su Creador y Salvador.

De aquí podemos deducir que entre las cosas que debemos pedir constantemente a nuestro querido protector san Antonio es que interceda para que podamos vivir en gracia de Dios y pedirle con gran fervor y confianza que podamos reencontrar tanta gracia que, a lo largo de la vida, hemos perdido por negligencia o por ignorancia o por tantas otras razones.

Dice san Antonio que la gracia de Dios es la imagen de su rostro en nosotros y que por el pecado se pierde esta imagen y sólo se puede recuperar con la caridad y la penitencia y "porque el rostro del Señor se recompone e se conserva hasta el fin con la caridad, dice Pedro de esta virtud: 'Sobre todo tened siempre entre vosotros una gran caridad'. Como Dios es el principio de todas las cosas, así la caridad, virtud fundamental, se debe conquistar antes que todas las demás; y sí será recíproca y constante, cubrirá todo el cúmulo de los pecados. (...) La caridad es como el Paráclito, el Espíritu de la verdad  que, como el aceite cubre todos los líquidos, cubre la multitud de los pecados. Pero, atención, que si el aceite es soplado, reaparece todo lo que antes estaba escondido. Así la gracia de Dios que, con la penitencia cubre la multitud de los pecados, si es soplada con una recaída en el pecado mortal, lo que había sido perdonado retorna".