Que escuetas, pero qué llenas de contenido, qué profundas y qué hermosas estas palabras! ¡Con cuánta razón el rito latino de la Santa Misa concluía tradicionalmente con el inicio del Evangelio de San Juan: In principio erat Verbum…! Todo el misterio de Cristo aparece sintetizado y resumido en el comienzo del Evangelio de San Juan.
«En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Éste estaba en el principio junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él nada se hizo de cuanto ha sido hecho. En Él había vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz en las tinieblas brilla, y las tinieblas no la acogieron. […] Existía la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él, y el mundo no le conoció. Vino a lo que era suyo, y los suyos no le recibieron. Mas a cuantos le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hijos de Dios; los cuales no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios nacieron. Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, gloria cual del Unigénito procedente del Padre, lleno de gracia y de verdad. […] A Dios nadie le ha visto jamás: el Unigénito Hijo, el que está en el regazo del Padre mirándole cara a cara, Él es quien le dio a conocer » (Jn 1, 1-5.9-14.18).
«En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios». La Iglesia ha consagrado como concepto teológico el término «Verbo » (Verbum), equivalente al Logos griego. Hoy varias traducciones a lenguas vernáculas, por ejemplo en español, han querido hacerlo más «asequible» al lector moderno y han preferido emplear el término «Palabra», aunque afortunadamente la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española y, por consiguiente, los nuevos libros litúrgicos, han recuperado el término «Verbo». Ciertamente, Logos y Verbum significan en una de sus acepciones «palabra»; pero teológicamente estos dos términos tienen un significado mucho más profundo aún, que «Palabra» no llega a expresar de forma tan completa. Con Logos y Verbum o Verbo también se nos da la idea de «pensamiento », de «entendimiento», de «razón»… Logos y Verbum o Verbo expresan realidades más ricas, que el término «Palabra» se queda pobre si pretende englobarlas. Además, como decimos, Logos y Verbum o Verbo son términos ya consagrados en la Tradición teológica.
El Verbo es el Verbo de Dios, el Hijo Unigénito del Padre, existente desde el principio, eterno, coeterno con el Padre, porque no sólo estaba junto a Dios, sino que Él mismo es Dios, según nos acaba de decir el evangelista San Juan. Él está «en el regazo del Padre», en el seno del Padre «mirándole cara a cara », contemplándole eternamente, y por eso es el único que podía darlo a conocer a los hombres precisamente haciéndose uno denosotros, asumiendo la naturaleza humana en su única persona divina y sin dejar de ser Dios ni perder nada de su divinidad.
Jesucristo, el Verbo de Dios, es el camino al Padre: por Él conocemos y llegamos al Padre (cf. Jn 14,6-11). Vamos a tratar de introducirnos un poco en Él, vamos a tratar de penetrar en su realidad divina. Y para ello, además del prólogo de San Juan, veremos en el siguiente artículo algunos otros textos del Evangelio de San Juan que nos pueden servir de entrada.