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El peso de la Soledad

Cristo y la samaritana en el pozo, 1648. Philippe de Champaigne. Museo Bellas Artes de Caen, Francia

La ruta comercial que llegaba del este, de Babilonia, pasaba muy cerca de Cafarnaúm, localidad situada al norte del lago Tiberíades, para continuar hasta Tiro y Sidón, ciudades en las que predicó Jesús. Tanto Pedro como Andrés y Felipe, habían nacido en Betsaida.

Antes de comenzar su predicación, Jesús marcha hacia el Jordán, al sur del lago. Al lugar en el que se halla Juan y le pide que le bautice. Posteriormente, partirá en busca de meditación y soledad al desierto, que, en esa zona, comienza en la antigua ciudad de Jericó[i].  Durante cuarenta días, Jesucristo permanece en su buscado aislamiento[ii]. Allí, vence las tentaciones y prepara su vida pública. Será al finalizar este período cuando marche a Cafarnaúm a elegir a sus primeros apóstoles. Son pescadores de ribera: Simón Y Andrés[iii]. Más adelante se encontrará con Santiago y Juan, que preparan sus redes en la barca de su padre, a quien abandonan para seguirle. Se halla en territorio amigo. Se ha criado en Nazaret, pequeño pueblo situado al suroeste de Cafarnaúm y al sur de Caná. Tras su proceso de meditación y oración, sólo truncados por las diabólicas tentaciones, Jesús se dedica a hablar. Su misión es dar a conocer el Mensaje. Las personas de las clases dirigentes critican en Jesús sus exposiciones, censurando al orador que piensan carece de la necesaria formación para hablar en público.

Hoy no nos imaginamos a los seres humanos sin su capacidad para expresar sus pensamientos. No obstante, no suele ser sencillo hacerse escuchar. Podríamos afirmar que vivimos en un mundo en el que nadie escucha a nadie.

No existe experiencia desdeñable

Una de las características más importantes del ser humano es su sociabilidad, su necesidad de demostrar, a quienes le rodean, las razones que justifican su existencia. Hablar y explicar nuestros puntos de vista. Los que se han ido formando en nuestro interior, con el paso del tiempo, forma parte de nuestra vida. Descalificar al orador sin escucharle es signo de arrogancia. No existe experiencia desdeñable. La humildad es una virtud humana muy rara. Todos creemos hallarnos en poder de información importante para la construcción de un futuro mejor. Nadie merece que se desprecien sus opiniones por sencillas y primitivas que éstas nos parezcan. El orgullo de los seres humanos hiere a quienes les rodean.

Extraemos nuestra experiencia del pasado, para proyectarla hacia el futuro. La duda nos obliga a pensar, a sentirnos vivos. La certeza es lisa como las piedras, patológicamente estéril. Vivimos en familia. Acompañados de seres que son como nosotros. Con ellos, compartimos gustos, maneras de vivir, costumbres... Una parte importante de nosotros está formada de la misma materia que la de nuestros vecinos y amigos. Sin ellos, perdidas las referencias, nuestras ideas carecerían de valor. Tolerar es aceptar.

En la Antigua Grecia, el Senado estaba integrado por personas mayores. Las ciudades buscaban aprovechar su experiencia. Si en nuestro reciente pasado era absurdo que, con una media de edad entre los habitantes de cuarenta años, los gobernantes estuvieran por encima de los sesenta. Ahora no es menos ridículo que, cuando la media de edad de los ciudadanos se aproxima a los sesenta años, los políticos se pavoneen de sus apenas cuarenta años de edad.

Recuperar la voz de los ancianos

El más preciado valor del ser humano es la Libertad. Nuestra Historia es una permanente búsqueda de la Libertad. Sin embargo, quien no puede elegir carece de libertad. La falta de los recursos elementales amputa nuestro libre albedrio.

La soledad elegida nace de nuestra necesidad de meditar, pensar y estudiar. Está unida a nuestro futuro, a nuestro deseo de ser mejores. Es lo opuesto a la exclusión. La Antigua Grecia condenaba, a quienes vulneraban la ley, con el destierro. Era su manera de privarles del derecho a aportar sus ideas a la Comunidad. Hoy en día utilizamos métodos más sutiles. Se excluye la opinión de los mayores alegando que sus argumentos pertenecen al pasado. ¿Pero, qué argumentos utilizaremos para construir nuestro ideario sino es la experiencia de quienes nos precedieron?

La Sociedad moderna se hace más agresiva cada día. La Modernidad exige una cierta lucha permanente por diferenciarnos del “otro”, por buscar el éxito, cualidades que sólo pueden lograrse en soledad. Es un aislamiento, que cuesta esfuerzo y sacrificio. Elementos que damos por bien empleados pues el logro de nuestros objetivos mejorará nuestro entorno. La afirmación en sí misma, encierra una paradoja. Podríamos decir que es un contrasentido; nos clausuramos para mejorar nuestro papel social. Dicho de otro modo, nuestra capacidad relacional.

Una forma de recuperar nuestros valores tradicionales es hacer que los más veteranos recuperen su voz. No para regresar al pasado, sino para construir el futuro.

[i] Tanto por la información facilitada por la Biblia como por los datos arqueológicos existentes, la ciudad de Jericó es una de las poblaciones más antiguas de la Tierra. En ella debió ser uno de los lugares en los que comenzó la sedentarización del ser humano. Aún hoy, el lugar no está demasiado poblado. Los restos de la antigua urbe todavía nos parecen imponentes.
[ii] San Marcos 1, 12-13.
[iii] Marcos 1, 16-18., Mateo 4, 18-22.