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El Lirio

¿Qué significa el lirio? Ante todo la pureza de Antonio y su lucha contra el mal. En efecto, Antonio mantuvo intacta su pureza virginal, pero no sin una dura lucha. En su primera biografía (Assidua) se lee: "En la pubertad iban creciendo los estímulos de la carne, sintiéndose atormentado más allá de lo normal, no aflojó los frenos a la juventud y al placer sino que venciendo la frágil condición humana estrechó las bridas a la apremiante concupiscencia carnal. En los contactos cotidianos, la sociedad le resultava nauseabunda, de modo que retiró su pie, todavía no apoyado sobre su umbral", y entró en el monasterio "superando las atracciones mundanas" (Assidua, 3, 2-3.5. Citado por V. Gamboso, p. 223). No obstante esta disciplina por conservar la virtud, fue un hombre tremendamente afectivo, amante de la vida en comunidad. Un hombre equilibrado en todo sentido.

En sus sermones leemos: "Considera que en el lirio hay tres propiedades: el medicamento, el candor y el perfume. El medicamento se encuentra en la raíz, el candor y el perfume en la flor. Y estas tres propiedades representan los penitentes, pobres en el espíritu, que crucifican sus miembros con sus vicios y sus concupiscencias, que conservan la humildad en el corazón para sofocar la impudicia de la soberbia, que conservan el candor de la castidad en el cuerpo y el perfume de la buena fama.

Ellos son llamados lirios del campo, no del desierto, no del jardín. En el campo se simbolizan dos cosas: la solidez de la santidad y la perfección de la caridad. El campo es el mundo (cf. Mt 13, 38), en el cual, mantenerse flor es tan difícil cuanto meritorio. Florecen en el desierto los eremitas, que huyen de la humana compañía. Florecen en el jardín cercado los claustrales, vigilados con cuidado  por sus 'custodios'. Pero es mucho más meritorio (heróico) que los penitentes logren florecer en el campo, es decir en el mundo, donde tan fácilmente se destruye la doble gracia de la flor, es decir, la belleza de la vida santa y el perfume de la buena fama" (Domingo XV después de Pentecostés).

La gran novedad que introdujo la vida religiosa mendicante en la Iglesia, es precisamente la de vivir los votos y consejos evangélicos no ya en los yermos o en los monasterios sino en las ciudades, en medio de la sociedad, fermentándola como levadura, iluminándola con la predicación y la penitencia. Si Antonio eligió esta forma de vida al entrar en la Orden de los Menores, no nos cuesta mucho ver en este texto de sus "Sermones" un retrato espiritual suyo.

Ahora comprendemos que al contemplar el lirio en las manos del Santo, no solamente se nos está diciendo que fue puro en todos los sentidos, que amó y vivió la castidad, que le costó sacrificios y luchas, sino también que embelleció y perfumó la Iglesia y la sociedad de su tiempo con una vida de radical santidad. Y aún otra característica de la espiritualidad de san Antonio: su devoción a la santísima Virgen María, cuyo vientre él consideraba "circundado de lirios. El lirio (...) representa, por su candor la virginidad de María". Siguiendo el Cantar de los Cantares (7,3): "tu vientre, montoncito de trigo adornado de azucenas", el Santo ve a Cristo, el Pan de vida, que se encarna en el seno virginal de María (adornado de azucenas). "Jesucristo que, escondido nueve meses en el seno purísimo de la gloriosa Virgen, fue después, por así decir, triturado por nosotros en el molino de la cruz" (Domingo III de Cuaresma).