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El Glorioso Patriarca San José

Siempre he tenido una devoción filial a San José porque lo considero mi Padre, mi Señor y mi Patrono. Después de Jesús y María, con su admirable discreción, amor desinteresado y espíritu de obediencia,  pienso que es el santo más encumbrado del Cielo. ya que Dios mismo le confió plenamente el cuidado del Niño Jesús y su Madre, erigiéndole como Cabeza y primera autoridad de la Sagrada Familia.

Referencias históricas            

La primera de ellas la constituyen los bellísimos relatos evangélicos de Mateo y Lucas, inspirados por el Espíritu Santo, que narran la infancia de Jesús y considero que mis lectores, o ya los conocen perfectamente o bien tienen a ellos fácil acceso. Por eso sólo comentaré con brevedad las cuatro apariciones angélicas explícitas, en sueños, con las que Dios encamina sus pasos:

1ª) No temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. 2ª) Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. 3ª) Toma al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño. Y 4ª) Al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea.

Confirmaciones coetáneas

El prestigioso historiador judío Flavio Josefo nos describe con detalle los acontecimientos de Tierra Santa en la época de los Evangelios. Así nos habla de la extrema crueldad de Herodes que no dejaba transcurrir casi ningún día sin ejecutar a alguno de sus súbditos, incluso dos de ellos fueron quemados vivos; asesinó también a su mujer Mariamme, a su suegra, a dos cuñados e incluso a varios de sus propios hijos. Esto encaja perfectamente con la descripción de la cruel matanza de los inocentes de Belén, al sentirse frustrado por no poder localizar al Mesías.

Por ello, la Sagrada Familia se vio obligada a emprender poco antes su precipitado viaje a Egipto. Herodes murió el 13 de marzo del año cuarto antes de nuestra era, fecha comprobada con exactitud por el eclipse de luna que se produjo en su defunción.

Su hijo Arquelao, al que tanto teme San José, superó con creces en crueldad, brutalidad y arbitrariedades a su propio padre. Por ello la Sagrada Familia se tuvo que refugiar en Galilea y morar en Nazaret.

En cuanto a Egipto, Flavio Josefo narra una historia muy interesante. La Reina de Saba (las ruinas de esa ciudad se acaban de encontrar en la “Arabia feliz”) llevó al Rey Salomón unos esquejes y semillas de las plantas del bálsamo (balsaminas) de intenso perfume y aspecto exterior parecido a las vides. Los jardineros judíos las cultivaron con éxito en Jericó, de clima casi tropical, y unos siglos más tarde la Reina Cleopatra las trasladó al Delta del Nilo, siendo siempre cuidadas por jardineros judíos y  creando de este modo el famoso “Jardín de Mataria”.

Viejas leyendas y tradiciones

Se cree, desde tiempo inmemorial, que la Sagrada Familia se refugió en esa pequeña colonia judía de Egipto, en la que José trabajó de carpintero. Plasmando esa bonita tradición, hace siglos, unos jesuitas franceses construyeron en su lugar la pequeña iglesia titulada Sanctae Familiae in Aegypto Exuli (destierro)” que aún subsiste hoy en día.

Cerca de ese jardín existe un grueso  sicomoro (higuera) cuyo viejo tronco forma un hueco en el que se cuenta que se refugiaron la Virgen y el Niño cuando los buscaban las avanzadillas del ejército de Herodes, pero una laboriosa araña tejió una tela tan tupida que los escondió con eficacia de sus perseguidores. Lo cierto es que la leyenda es muy antigua y si ese sicomoro sólo tiene unos cuantos siglos, un antecesor suyo bien pudo ser el protagonista del episodio.

No me quedo con las ganas de contar otra leyenda, mucho más peregrina. Esta dice que, cuando la Sagrada Familia, hambrienta y sedienta, atravesaba el Desierto del Sinaí, camino de Egipto, llegó a un lugar en el que había un pequeño manantial. En su entorno habitaba un grupo de salteadores de caminos, dispuestos a desvalijar a cualquier viajero que llegase a aquel sitio. La mujer del grupo tenía en brazos un hijo leproso - podemos llamarlo Dimas - y, al ver a esa familia tan desvalida, se sintió compasiva y, no sólo impidió a sus compañeros que la atracasen, sino que brindó a María el acceso al agua de la fuente para que bañara y asease al Niño Jesús. La Virgen agradeció el favor con una sonrisa e invitó a que en la misma agua bañase a su hijito leproso, porque de este modo quedaría limpio.

Así ocurrió. Dimas quedó totalmente libre de lepra; su madre besó agradecida los pies de María y ofreció a los fugitivos cobijo y alimentos. Este pudo ser el inicio de la acción de la Gracia de Dios que iluminó y redimió en el Calvario al Buen Ladrón. ¡Que bello sería que esa leyenda fuera cierta! ¡Así por lo menos me la contaron a mí!

Comentario final

San José no fue un santo apocado o pusilánime  sino todo lo contrario. Aceptó con garbo y serenidad la jefatura de la Sagrada Familia; se desplazó, con audacia y con María embarazada, a la ciudad de Belén y, como no encontraron alojamiento digno en el mesón, se instaló en el establo, donde nació el Hombre-Dios. Circuncidó a Jesús al octavo día; lo presentó en el Templo y entregó los dos pichones o tórtolas como ofrenda de familia pobre. Trabajó de carpintero en Belén hasta la llegada de los Magos de Oriente (unos seis meses más tarde). Huyó de noche ante el aviso divino; trabajó en Egipto y volvió de allí a la primera indicación del ángel. Más tarde, buscó y encontró al Niño entre los doctores del Templo sin reprocharle nada y fue tan discreto que ninguna de sus palabras está registrada en los Evangelios. ¡En fin, mi Patrono San José es un santo maravilloso!