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Después del concilio de Éfeso

Después del concilio de Éfeso

Poco después lo hizo internar en el llamado desierto de Arabia, y como aún allí fuera motivo de inquietudes, lo relegó al oasis de Egipto, una especie de prisión de Estado. Nestóreo escribió en este tiempo sus obras Tragedia, Teopaschita y, sobre todo, el Libro de Heráclides, recientemente descubierto. Precisamente en estas obras se basan algunos críticos modernos para intentar alguna defensa de Nestóreo, no parándose en ella en dejar malparado a San Cirilo.

Juan de Antioquia y Teodoreto de Ciro tuvieron dificultad en aceptar las decisiones del Concilio. Como la dificultad principal era la sospecha de que San Cirilo iba al extremo opuesto del monofisitismo, dio éste toda clase de explicaciones, y de este modo se llegó al edicto de unión de 433 con Juan de Antioquia, y a la reconciliación de Teodoreto de Ciro, en 444.

El nestorianismo, oprimido en el Imperio, fue desapareciendo o retirándose, pero se formaron núcleos en Persia y se extendieron hacia la Judea y Turquía. Así se han conservado hasta nuestros días diversos núcleos, con unos 700.000.

Monofisitismo. Eutiques

La escuela de Alejandría, para evitar el peligro del nestorianismo, defendía que era tan perfecta la unión de la humanidad con la divinidad en Cristo, que formaban una sola naturaleza. De ahí el nombre de monofisitismo. Y como su principal defensor fue Eutiques, de ahí que se denomine también eutiquianismo. Más, por otra parte, le prestaban todo su apoyo el nuevo patriarca de Alejandría Dióscoro, y el válido del emperader, Crisafio. De este modo, el monofisitismo adquirió bien pronto una fuerza arrolladora.

Por su parte, la ortodoxia tuvo como defensores principales al patriarca Flaviano, Teodoreto de Ciro y Eusebio de Dorilea. En un sínodo de Constantinopla de 448, Eutiques tuvo que responder sobre el modo como se efectuaba la unión de la humanidad con la divinidad. En esta y otras ocasiones, habló de una fusión de ambas naturalezas, o absorción de la humana por la divina. Informado el Papa San León Magno, compuso entonces la célebre Epístola dogmática, en la que se expone la doctrina de las dos naturalezas, y ordenó que fuera admitida por todos. En adelante forma la base de todas las discusiones.

Latrocinio de Éfeso (449) 

Ni Eutiques ni Dióscoro aceptaron la Epístola dogmática. Al contrario, redoblaron su actividad en favor del monofisitismo. El punto culminante lo forma la celebración de un sínodo en Éfeso el año 449. Aunque el Papa envió sus legados todo él se realizó sin contar con ellos. El sínodo fue un tejido de violencias por parte de Dióscoro y de los monofisitas. Sin hacer caso de las decisiones de San León Magno, depusieron a Teodoreto y en particular al patriarca de Constantinopla, Flaviano. Ante la protesta de éste, lo mandaron al destierro; pero fueron tantas las penalidades que tuvo que sufrir, que murió en el camino. Los legados del Papa pudieron escapar a duras penas. Uno de ellos, Hilaro, se dirigió a Roma, donde pudo informar al Papa. Así terminó aquel sínodo, símbolo del apasionamiento de Dióscoro y Eutiques.

Al tener noticias fidedignas el Papa León por cartas de Teodoreto, de Eusebio y del mismo Flaviano, y, sobre todo, por el relato verbal de su legado Hilaro, designó a aquella asamblea, no como Concilio, sino como Latrocinio, y con esta nota es conocido en la Historia.

Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.F.