ACAB, rey de Israel, deshonró su nombre con muchos crímenes que le hicieron culpable delante del Señor. Entre otras cosas mandó erigir un altar a Baal, e hizo toda clase de esfuerzos para alejar al pueblo del culto del verdadero Dios y hacerle seguir las torpes supersticiones de la idolatría.

EL reino de Israel duró doscientos cincuenta y cuatro años y ocuparon el trono diecinueve reyes, a cual más impío.

CONCLUIDO el templo, celebró Salomón su dedicación con una solemnidad de catorce días. Se sacrificaron veinte mil bueyes y cien mil ovejas. El Arca, en donde se hallaban las tablas de la ley, fue conducida procesionalmente del monte Sión al templo, y colocada bajo las alas de dos querubines. Mientras con melodiosas voces se cantaba con alegría:

La fama y los milagros de Eliseo atraía hacia él gentes de todas partes.

Elías predice la muerte de Ococías

 A Jehú, que murió después de veintiocho años de reinado, sucedió en el trono su hijo Ococías, que siguió las huellas criminales del impío Acab. Habiendo enfermado gravemente, envió mensajeros a consultar a Belcebub, que era una falsa divinidad.

La Solemnidad de Todos los Santos es una ocasión propicia para elevar la mirada desde las realidades terrenas, marcadas por el tiempo, a la dimensión de Dios, la dimensión de la eternidad y de la santidad.

HABÍAN transcurrido ya tres años y medio sin que cayera una sola gota de agua. Se secaron todos los pozos y las fuentes. Los campos semejaban desiertos, todo el país estaba en la mayor desolación.