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Ceuta, el horizonte deseado

Con toda probabilidad, siguió los pasos de los Santos Mártires en su itinerario hacia el Norte de África. En el otoño de 1220 llega a Ceuta, una de las ciudades más importantes

del Occidente musulmán. Habrá sido acogido, tal vez, como sus hermanos de hábito, por el infante don Pedro, que permanecía en Marruecos con un grupo de soldados cristianos, por desavenencias con su hermano, el Rey don Alfonso II de Portugal.

Sin embargo, al llegar, fue acometido por grave enfermedad, probablemente la malaria, y le persuadieron de regresar a Portugal. Lo hizo desalentado, pues no había podido pronunciar ni siquiera una predicación. No había alcanzado ni el martirio, ni la conversión de un solo musulmán.

Abandona Ceuta en el invierno de 1221, pero una fuerte tempestad arrastra el navío, desviando su rumbo hasta las costas de Sicilia. Allí encuentra a sus hermanos franciscanos, y permanecerá con ellos hasta la primavera de 1221, llevando una vida de recogimiento y soledad.

Su unión con Ceuta está marcada por la ermita de San Antonio de Tojal, en la cumbre del Monte Hacha, que domina la ciudad y el estrecho de Gibraltar. Fue construida por los portugueses cuando conquistaron la ciudad, en 1415, dedicándola a su santo patrono, siendo de esta forma el templo cristiano más antiguo, con culto ininterrumpido.

La conquista de Ceuta a los moros se reviste así de especial significado para los pueblos península- res, pues marca el inicio de la epopeya portuguesa de los descubrimientos, permaneciendo bajo la Corona de Portugal hasta el año 1640 y conservándose como diócesis portuguesa hasta 1645.

A lo largo de los años, la ermita sufrió varias reconstrucciones, como la de 1593, en la que se utilizó madera de los pinos del propio monte. Ya a finales del siglo XVII se le añadió la espadaña y la cruz. Y en 1749, después de una epidemia de peste, tuvo lugar una nueva edificación, reinaugurándose con solemnes cultos religiosos y festejos taurinos.

Arquitectónicamente presenta una planta rectangular, de una sola nave, siendo de destacar los relieves barrocos de la bóveda. El retablo, de estilo neoclásico, dorado y policromado, alberga la imagen del Santo, probablemente una talla portuguesa del siglo XVII. En el siglo XVIII le colocan ojos de cristal y se le aplica la policromía que presenta en la actualidad.

Esta imagen goza de gran devoción y popularidad entre las gentes de Ceuta. Le hacen importante y alegre romería, con procesión alrededor del monte, el 13 de junio, fiesta en la ciudad. También aquí es tradición que las jóvenes sin novio se sienten en las escalinatas del altar mayor, pidiendo al santo casamentero que les consiga uno.

Así pues, su paso por Ceuta, a pesar de ser corto, dejó marcas profundas en la ciudad. Fue su última etapa de un viaje que le llevará a Italia, donde se inicia entonces, su gran periodo de predicación, que asombrará a sabios, convertirá a pecadores y arrastrará a multitudes, otorgándole el simple título de “El Santo”, de Lisboa y de Padua