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Visita de San Antonio Abad a San Pablo ermitaño

Visita de San Antonio Abad a San Pablo ermitaño. Diego Velázquez, 1634. Museo del Prado, Madrid

CONSIDERADO como uno de los paisajes más bellos de toda la pintura española, Velázquez representa aquí el episodio central del viaje que realiza san Antonio Abad por la Tebaida egipcia para encontrarse con san Pablo, el primer ermitaño cristiano, recogido en la Leyenda Dorada, una recopilación de santos medieval escrita por Jacobo de la Vorágine (siglo XIII).

Según dicho relato, San Antonio es animado a visitar a San Pablo por medio de un sueño. Utilizando un recurso narrativo habitual en la pintura flamenca de los siglos precedentes, Velázquez nos muestra cinco escenas de la historia en torno al encuentro de ambos anacoretas. Tres al fondo de la composición, en las que vemos a San Antonio guiado por un sátiro, un centauro y un lobo. Y dos en un segundo plano, una a la derecha, al llegar a la puerta de su refugio y otra a la izquierda, cerrando el relato, con la muerte de san Pablo, cuya alma portada por unos ángeles pudo ver san Antonio en su camino de vuelta, lo que le hizo retornar a la cueva de su amigo para proceder a su entierro. Allí se encuentra con dos leones cavando la fosa del anacoreta.

El pincel de Velázquez se ha recreado en el paisaje para envolver a ambos santones, y dar realce a la aparición del milagroso cuervo, que para sorpresa de ambos les trae ración doble de pan, frente a la única que portaba el resto de los días, transformándolo casi en el elemento central de su obra.

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En estos tiempos angustiosos e inciertos, encuentro alivio contemplando serenamente esta magistral obra, pintada para la Ermita de San Pablo en los jardines del Palacio del Buen Retiro, Madrid. Distraigo la mirada por ese riachuelo que se pierde en tonos verdes y azules de la lejanía. La tenue luminosidad de la cueva y la atmósfera que destila me hace sentir su frescor. Sigo la senda trazada por las verdes ramas que trepan el árbol alcanzando el peñasco de fondo y, por encima, sólo la inmensidad del cielo. Y en él se detienen mis ojos sabiendo que, como en el encuentro de estos dos santos, el auxilio de lo alto nunca nos faltará, ni en lo grande ni en lo pequeño. Sólo es necesario elevar la mirada, con serenidad, confianza y fe.

VIDA

DIEGO VELÁZQUEZ (Sevilla, 1591-Madrid, 1660) es considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal. Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor de cámara por el rey Felipe IV, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente, hacia 1850 y alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente.