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Visita al Museo del Monasterio de la Encarnación

Monasterio de la Encarnación

El Monasterio de la Encarnación se encuentra fuera del recinto amurallado, separado por un pequeño valle. Desde sus muros se tiene una hermosa vista de la ciudad. Fue inaugurado el 4 de abril de 1515, providencialmente el mismo día en que santa Teresa era bautizada en la parroquia de san Juan. En él entró ella en 1535, cumplidos los 20 años, “haciéndose fuerza”, pues “cuando salí de casa de mi padre no creo será más el sentimiento cuando me muera. Porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de Dios que quitase el amor del padre y parientes, era todo haciéndome una fuerza tan grande que, si el Señor no me ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante”.

Habría de vivir entre estos muros 17 años, al cabo de los cuales, urgida por Dios, saldría para hacer la reforma de la Orden del Carmen, fundando el primer convento de Carmelitas Descalzas cerca de las murallas: el “palomarcito de San José”, al que seguirían 16 fundaciones más. A lo largo de sus años fundacionales, volvió como priora tres años más, mandada por el Provincial. En total, la Santa vivió en este Monasterio 30 años, convirtiéndolo así a todo él en el santo relicario que vamos a visitar.

Zaguan

Atravesamos la gran puerta reglar que daba acceso a la clausura del monasterio, y que hubo de traspasar un 2 de noviembre Doña Teresa de Ahumada para comenzar su vida carmelita. Nuestros pies están pisando el mismo suelo que ella pisó. En este amplio zaguán, con el suelo de los laterales de barro, nos encontramos con muebles y objetos del tiempo de la Santa. El fresco del Cristo atado a la columna que se ve a mano izquierda lo mandó pintar ella, por habérsele Nuestro Señor manifestado así varias veces. En el centro, una pilastra de piedra da apoyo al artesonado de madera.

El fresco que se ve enfrente lo mandaron pintar las monjas que habitaban en el monasterio en el siglo XVIII. Representa a la Santa acompañada de su sobrina Teresa de Cepeda, hija de su hermano Lorenzo, que fue recibida por ella, siendo todavía niña, en el convento de Sevilla. El arcón que se encuentra bajo el fresco es del tiempo de la Santa. Era el archivo del monasterio. Para abrirlo era necesario que se reunieran las dos monjas clavarias (consejeras) con la Priora, pues se habría con tres llaves. Cuando santa Teresa fue Priora en este monasterio, utilizó la llave del centro.

Las celdas primitivas

Por una pequeña puerta, en el fondo, accedemos a la escalera que nos llevará al segundo piso. A medio tramo nos encontramos con una sala que, en realidad, es una celda del tiempo de la Santa. Es un espacio amplio con tajuelas para sentarse y mesa. La chimenea servía para hacer la comida y como calefacción, pues la vida en común estaba limitada a la Santa Misa y el rezo del Oficio Divino, ambos en el Coro que da a la iglesia del monasterio. Las vigas del techo están pintadas por la monja que vivió en esta celda. Tiene la particularidad de no haber repetido el motivo en ninguna de ellas. Las celdas de las descalzas son pequeñas y muy pobres. En ellas no hay tajuelas ni mesa, pues se sientan en el suelo.

Expuestos en una gran vitrina se conservan instrumentos antiguos pertenecientes al monasterio. Sabemos que a santa Teresa le gustaba amenizar las recreaciones en los días de fiesta con coplillas, pues “una monja triste, es una triste monja”. Santa Teresa logró dar a todos los conventos que fundaba un tono de alegría tal, que se ha convertido en un sello característico del Carmelo descalzo.

A mano izquierda, a través de un cristal, vemos la escalera principal del monasterio, que sigue usándose en la actualidad. Se ven dos imágenes, una de santa Teresa y la otra del Niño Jesús. Cuenta la tradición que un día vio la Santa en esta escalera un precioso Niño. A ella no le extrañó, pues entonces entraban las familias de las monjas al monasterio con cierta facilidad. Éste le preguntó: “¿Cómo te llamas?”; al decirle ella: “Teresa de Jesús”, Él respondió: “Yo, Jesús de Teresa”.

Salimos de la celda y para subir el segundo tramo de la escalera que nos lleva a la última sala de la visita, y que antiguamente era el campanario del Monasterio. Es un espacio amplio, con brillante suelo de barro, paredes blancas, de cal y techo con vigas de madera. Distribuidos en diversas vitrinas están expuestos números recuerdos, reliquias, documentos, crucifijos, cálices, manuscritos… Destaco algunos de ellos a seguir, otros los dejo para que los descubra el peregrino.

-- Leño usado por santa Teresa aquí como almohada. Las carmelitas no tienen obligación por Regla de dormir con un leño por almohada, pero pueden hacer más penitencias de las que están establecidas con permiso de la Priora. La Santa decía que la monja que viva fielmente la Regla y Constituciones, no es menester más milagro para canonizarla.

-- Ecce Homo del tiempo de Santa Teresa; reflejada en el cristal que tiene colocado detrás, verá su espalda llagada. La Santa era devotísima del Cristo muy llagado. Delante de sus llagas tuvo lugar su conversión, en este monasterio a los 39 años. El Señor le concedió la gracia de dejar ya para siempre el espíritu del mundo y entrar de lleno en el camino de la oración.

-- Dibujo del Crucificado enmarcado en plata que pintó san Juan de la Cruz. Era entonces confesor del Monasterio, y lo fue desde 1572, durante 5 años, pues lo mandó llamar santa Teresa cuando vino a ser Priora. Desde la tribuna que da a la iglesia tuvo la visión del Cristo, que luego plasmó en este pequeño dibujo; la perspectiva resulta tan original por el hecho de estar él en alto y el Crucifijo aparecerse sobre el presbiterio. Salvador Dalí se inspiró en este dibujo para pintar su famoso Cristo.

-- Silla que utilizó san Juan de la Cruz los cinco años que fue confesor en el Monasterio. Él fue un verdadero maestro en el arte de guiar las almas hacia Dios, y da avisos muy certeros para quienes han de realizar esta delicada función de dirección de almas en su obra “Llama de Amor viva”, en el comentario a la canción tercera.

-- Imagen de san José ''el Parlero'', que trajo santa Teresa consigo cuando vino a ser Priora. El sobrenombre se lo pusieron las monjas, pues según cuenta la tradición, la Santa le encargaba la custodia del Monasterio cuando ella debía salir, y al regreso, el santo le contaba todo lo que había ocurrido. Santa Teresa fue devotísima de san José.

-- Algunos objetos usados directamente por ella: la llave de la celda que ocupó los 27 años que vivió aquí antes de salir a fundar; el almohadón sobre el que se postró el día de su Profesión religiosa; una toalla bordada por ella; una carta que contiene la firma de la Santa y la jarra usada para el lavatorio de los pies el día de Jueves Santo. El incensario y su naveta son del S. XVIII.

-- Casullas, dalmáticas y misales de los siglos XVII y XVIII.

-- Hábito bordado en oro con birrete, regalo de la Universidad de Salamanca, cuando en 1922 le concedió el Doctorado Honoris Causa. Santa Teresa fue la primera mujer nombrada Doctora de la Iglesia, el 27 de septiembre de 1970.

-- Uno de los Crucifijos que llevaba cuando iba a hacer sus fundaciones.

-- Una de las tocas que usó santa Teresa que, como puede comprobar, está muy zurcida por amor a la pobreza.

-- Documentos anteriores y posteriores a la Santa, incluida una carta de petición de información sobre la fundación del Monasterio, fechado el 2 de enero de 1478.

-- Dos cartas autógrafas de la Santa.

-- Cáliz que es tradición usó san Juan de la Cruz, y que se cedió al Papa Juan Pablo II cuando estuvo en Ávila para la Santa Misa que celebró delante de las murallas.

-- Crucifijo que le regaló a la Santa su hermano Lorenzo al venir de Sudamérica. Está hecho de hojas de maíz prensadas, y es sorprendente la postura del mismo, pues según los estudios más recientes, es efectivamente una de las posturas que había de tomar un crucificado para poder respirar.

Antes de abandonar la sala, nos acercaremos a una ventana que nos permite ver la celda prioral que ocupó la Santa los tres años que fue Priora. Es una celda de antes de la Reforma, por eso es tan grande y tiene oratorio particular, cuya puerta de entrada está al fondo a la izquierda.  A la derecha se ve la escalera que conducía a la celda de su enfermera, la hermana María de Jesús. Se conserva la alacena del fondo a la derecha usada por la Santa. De ella se ha desprendido en ocasiones excepcionales un olor especial, que santa Teresa concede como una gracia. El busto que está junto a la alacena es del S. XVIII, y en el medallón tiene una a reliquia de carme de la Santa.

Desandando nuestros pasos para bajar por la escalera y terminar la visita, nos encontramos con un cuadro grande de Jesús con la Samaritana que regaló el padre de Santa Teresa de Jesús al Monasterio, y que había pertenecido a su casa. Ella era muy devota de este pasaje de la vida de Cristo.

Fuera ya del museo, podemos entrar a la iglesia del Monasterio, en donde suele estar expuesto el Santísimo Sacramento, en la capilla del Sagrario, y decirle con la Santa al Señor: “Vuestro soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?”

Datos útiles:

– Museo del Monasterio de la Encarnación

Paseo la Encarnación, 1, Ávila

Tel.: 920 211 212

Horario de visitas:

lunes a viernes: 9:30-13:00 y 16:00-19:00

Sábados, domingos y festivos:

10:00-13:00 y 16:00-19.00