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Vino a Cafarnaún para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». 
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: 
- Convertios, porque está cerca el Reino de los cielos. 
[Paseando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: 
- Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. 
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y le siguieron. 
Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.]

Comentario del Papa Francisco

San Marcos destaca que Jesús comenzó a predicar “después de que Juan (el Bautista) fue entregado” (1,14). Precisamente en el momento en el cual la voz profética del Bautista, que anunciaba la venida del Reino de Dios, fue silenciada por Herodes, Jesús comienza a recorrer los caminos de su tierra para llevar a todos, especialmente a los pobres, “el Evangelio de Dios” (ibid.). El anuncio de Jesús es similar al de Juan, con la diferencia sustancial de que Jesús no indica ya a aotro que debe venir: Jesús es Él mismo la realización de las promesas; es Él mismo la “buena noticia” que se ha de creer, acoger y comunicar a los hombres y a las mujeres de todos los tiempos, para que también ellos confíen su existencia a Él. Jesucristo en persona es la Palabra viviente y operante en la historia: quien le escucha y le sigue entra en el reino de Dios. Jesús es la realización de las promesas divinas porque es Aquel que dona al hombre el Espíritu Santo, el  “agua viva” que sacia nuestro corazón inquieto, sediento de vida, amor, libertad y paz: sediento de Dios.