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Sobre el temperamento y las virtudes

Dichas tendencias se pueden integrar y aprender a reconducir con la adquisición de las virtudes. Podemos decir que, aunque el temperamento nos inclina en una dirección o en otra, con las virtudes logramos –en mayor o menor medida– la mejora de esos puntos débiles que derivan de ese temperamento

En otros artículos he escrito sobre la importancia que tienen los planteamientos éticos que deben tener los padres para educar con éxito a los hijos; de la eficacia que tiene el cuidado de las formas a la hora de transmitir los valores que serán los pilares sobre los que se asiente la construcción de la personalidad de cada hija/hijo; de la fuerza que tiene el ejemplo que se ofrece a los hijos o de las razones por las que vale la pena proponerse metas que nos faciliten madurar y alcanzar la excelencia. Con este artículo pretendo abordar la importancia que tiene conocerse para mejorar.

Metas prácticas y matices

Desde la antigüedad clásica se estudian cuatro temperamentos que facilitan este conocimiento que hace más fácil la posibilidad de ponerse metas prácticas con el fin de mejorar y poder acertar en la orientación que se da a los hijos en la construcción de su personalidad. Pensemos que los aspectos negativos de cada temperamento pueden arruinar la felicidad de la persona, si no trabaja sobre esas tendencias negativas que tiene, ya que provocan disgustos internos y tensan la convivencia, tanto en casa como en el trabajo.

Antes de seguir hago una aclaración: aunque se hable de cuatro tipos de temperamentos, cada uno de ellos tiene sus matices. Es como los colores. Si nos fijamos en el color azul, por ejemplo, hay toda una gama de azules. Desde el más claro al más oscuro. Pero hay un denominador común que está en toda la gama. Para eso sirve el conocimiento que aporta la tipología de los temperamentos. Y luego tendremos que descubrir la influencia del color blanco o del negro que aclara u obscurece el color.

Los 4 temperamentos

Los cuatro temperamentos mencionados son: El colérico, que se distingue porque su reacción suele ser enérgica, de forma inmediata y duradera. La persona colérica está orientada a la acción.

El melancólico cuya característica es que, al girar su día en torno a las ideas que le vienen a la cabeza, se dedica mucho tiempo a pensar en ellas y le cuesta pasar a la acción, por eso, su reacción es retardada aunque duradera.

El sanguíneo se distingue porque su reacción es inmediata pero efímera. Es muy espontáneo y centra su atención en la relación con las personas.

El flemático se distingue porque su reacción es retardada y efímera. Por ser comedido, busca por encima de todo la paz.

Con este esquema, podríamos decir que…

Como el colérico está inclinado a la acción (enfoca su atención en hacer muchas cosas) le cuesta preocuparse por las personas.

Como el melancólico está inclinado a pensar y darle vueltas a las ideas que le vienen a la imaginación, le cuesta pasar a la acción para ponerlas en práctica (ponerse las pilas).

Como el sanguíneo está inclinado a relacionarse con los demás, le cuesta acabar sus proyectos a corto, medio y largo plazo.

Como el flemático tiende a analizar procesos y es comedido, se siente seguro con los procesos que conoce por lo que se le hace difícil innovar y pasar a planteamientos que conlleven novedad.

Clave para mejorar los puntos débiles

¿Dónde está la clave para mejorar en los puntos débiles que se derivan de cada temperamento? En adquirir las virtudes, dado que con ellas se consigue minimizar los defectos de nuestro temperamento. Y por eso, es importante descubrir el temperamento que se tiene, ya que facilitará el acierto en las metas que se propongan para adquirir esas virtudes que harán posible escalar hacia la cima de la excelencia por una pendiente (toda pendiente conlleva esfuerzo) que le viene bien a esa persona porque su temperamento la inclina a una tendencia que tiene unos tintes negativos determinados. _ (Continuará)