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Santa María la Real de O Cebreiro

Cuenta la tradición que el caballero medieval Giraldo de Aurillac (855- 918), después santo y fundador de la abadía que lleva su nombre en la región francesa de Auvernia, en su peregrinación a Santiago de Compostela, construyó con sus propias manos un refugio para peregrinos y una primitiva iglesia en este lugar de O Cebreiro. El documento más antiguo que se conserva data del año 1072, y se refiere a la donación que hace el rey Alfonso VI del hospital y el templo a los monjes franceses de la abadía de Aurillac.

A lo largo de la historia el monasterio ha gozado de innumerables privilegios reales. En

1486 pasando la reina Doña Isabel en romería a Santiago, se hospedó en el monasterio para venerar prodigio tan raro y maravilloso. Admirada, mandó poner la carne en una redomita y la sangre en otra. Colmó de prebendas y favores al monasterio y, junto con la hospedería y el hospital, lo desvinculó de la abadía francesa para convertirlo en un priorato dependiente de la Congregación Benedictina de Valladolid.

Durante la invasión napoleónica la iglesia fue incendiada y, más tarde, con la desamortización de Mendizábal en 1853, el monasterio es abandonado. La iglesia actual

se restauró en 1962 y el santuario está custodiado en la actualidad por los padres franciscanos.

Las reliquias

Este santuario es uno de los monumentos más antiguos del Camino de Santiago. A pesar

de las diversas reformas aún conserva parte de su factura prerrománica, con planta basilical de tres naves cubiertas de armadura de madera que finalizan en ábsides rectangulares. Sus gruesos muros son de granito con lajas de pizarra. Y posee una torre campanario, típica de la zona. En los días de niebla los monjes hacían sonar sus campanas para orientar a los peregrinos.

En su interior, inundado de sobriedad y paz, destaca en su altar mayor un cristo crucificado, réplica del original. En el ábside de la derecha, en la Capilla del Milagro, se venera el cáliz y la patena donde se produjo el milagro –ambos verdaderas joyas medievales del románico– y las pequeñas ampollas de vidrio regaladas por los Reyes Católicos para guardar la carne y la sangre de Cristo. A la derecha están los sepulcros de

los protagonistas, el campesino Juan Santín y el monje, y una imagen de la Virgen de los Remedios, que según dice la leyenda, tiene la cabeza inclinada por haberla girado en el momento del prodigio, en señal de adoración al Santísimo.

El relato del milagro

El cronista benedictino Antonio de Yepes (1552 – 1618) nos narra los hechos de la siguiente manera:

“Cerca de los años de mil y trescientos había un vecino vasallo de la

casa del Zebrero, en un pueblo que dista a media legua llamado Barja Mayor, el cual tenía tanta devoción con el santo sacrificio de la misa que por ninguna ocupación ni inclemencia de los tiempos recios faltaba de oír misa. Es aquella tierra combatida de todos los aires, y suele cargar tanta nieve que no sólo se toman los caminos, pero se cubren las casas y el mismo monasterio, la iglesia, y hospital suelen quedar sepultados, y allá dentro viven con fuegos y luces de candelas, porque la del cielo en muchos días no se suele ver, y si la caridad (a quien no pueden matar ríos ni cielos) no tuviese allí entretenidos a los monjes para servir a los pobres, parece imposible apetecer aquella vivienda. Un día, pues, muy recio y tempestuoso lidió y peleó el buen hombre y forcejeó contra los vientos, nieve y tempestades, rompió por las nieves y como pudo llegó a la iglesia.

Estaba un clérigo de los capellanes diciendo misa, bien descuidado de que en aquel tiempo trabajoso pudiese nadie subir a oír misas. Había ya consagrado la hostia y el cáliz cuando el hombre llegó, y espantándose cuando le vio, le menospreció en su interior, di- ciendo: "¡Cuál viene este otro con una tan grande tempestad y tan fatigado por ver un poco de pan y de vino! El Señor, que en las concavidades de la tierra y en partes escondidas obra sus maravillas, la hizo tan grande en aquella iglesia, a esta sazón, que luego la hostia se convirtió en carne y el vino en sangre, queriendo Su Majestad abrir los ojos de aquel miserable ministro que había dudado y pagar tan gran devoción como

mostró aquel buen hombre, viniendo a oír misa con tantas incomodidades”*

Alabado sea el Santísimo

El Santo Milagro, ya contado en el siglo XI, gozó siempre de gran fama. El propio Wagner se basó en él para componer su ópera Parsifal. El cáliz del milagro se encuentra representado en el centro del escudo de la Comunidad Autónoma de Galicia. Cada año, en la fiesta del Corpus Domini, el 15 de agosto y el 8 de septiembre son llevadas en procesión las Reliquias del Prodigio, acompañadas por la estatua de la Virgen.

Resurgimiento del Camino de Santiago

Como curiosidad, cabe destacar que en la capilla de la izquierda del altar mayor se encuentra la capilla de San Benito, dedicada a los monjes fundadores del monasterio y a los pies de su altar está el sepulcro del que fue párroco de la iglesia y gran impulsor del Camino Francés don Elías Valiña Sampedro. Fue el primero en hacer las marcas jacobeas con pintura amarilla, a finales de los años 70. Se cuenta que estando un día en ello se le acerco la Guardia Civil y le pregunto por qué pintaba esas flechas amarillas a lo que don Elías, con mucha gracia y como si de un adivino se tratase, respondió: “estoy preparando la gran invasión”.

Orden de San Benito. o.c., pág 80-81.

* Yepes, Fr. A., Corónica General de la

Orden de San Benito. o.c., pág 80-81.

Datos útiles:

– Horarios de misa

Invierno: Laborables: 18:00h (misa del peregrino)

Domingos y festivos: 12:00h y 18:00h

(misa del peregrino)

Verano: Laborables: 19:00h (misa del peregrino)

Domingos y festivos: 12:00h y 19:00h

(misa del peregrino).