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San Vicente Mártir

Por orden del emperador romano Diocleciano (284-305), llega a Zaragoza el prefecto Publio Daciano (de origen griego), con orden de perseguir a los cristianos. El obispo Valero y su diácono Vicente son arrestados. Pero ante la gran simpatía que ambos levantan, no se atreve a juzgarlos en la ciudad y los traslada a la colonia romana de “Valentia”.

Son conducidos a pie, y llegan a Valencia en condiciones lamentables. Antes de entrar en la ciudad, los romanos pasan la noche en una posada, dejando a Vicente atado a una columna en el patio. La posada fue derribada en época reciente, pero la columna se conserva en la adyacente Iglesia de Santa Mónica.

Se cree que el obispo era tartamudo y por ello, en el juicio, Vicente responde por ambos. Valero es desterrado, pero a Vicente lo someten a tortura para provocar su apostasía: potro, garfios, tenazas y fuego... Muere en una oscura prisión el 22 de enero del 304.

Su cuerpo es arrojado a un muladar para que lo devoren las alimañas, pero dicen que un cuervo lo defendía. Entonces Daciano ordenó que fuera arrojado al mar en el interior de un odre y con una piedra de molino. Vano intento de borrar su memoria: milagrosamente fue devuelto a la orilla en una playa cercana a Portus Sucronis (actual Cullera), donde una mujer llamada Jónica lo escondió hasta que, en el año 313, cesada la persecución, recibió sepultura en una pequeña iglesia situada en las afueras de Valencia que recibirá el nombre de San Vicente de la Roqueta. Sobre el lugar donde según la tradición las olas del mar devolvieron el cuerpo de san Vicente a tierra, se levanta una ermita conocida con el nombre de Ermita de San Lorenzo.

Lugares vicentinos

Iglesia de Santa Mónica (Plaza de Santa Mónica, 1). En ella se encuentra la columna donde fue atado San Vicente Mártir cuando era traído prisionero desde Zaragoza a Valencia para ser juzgado.

La Catedral de Valencia exhibe para su veneración, en la capilla de la Resurrección, a espaldas del altar mayor, la cadena y la argolla de época romana que le sujetaron durante su martirio, junto con un brazo incorrupto del santo (el izquierdo) que se conserva en el interior de un relicario de bronce plateado realizado en Padua por Giancarlo Fecchio.

Capilla-Cárcel de San Vicente Mártir (Calle Cárcel de San Vicente, 1). En el bajo de un edificio de viviendas modernas, se conserva la conocida como Cárcel de San Vicente Mártir. Se trata de una estancia convertida en capilla, la cual alberga como reliquia de mayor entidad una columna donde según la tradición fue encadenado durante su encierro. En esta capilla, el día de San Vicente era expuesta al público la cadena con argolla que ahora se venera en la Catedral, junto al brazo incorrupto.

Cripta Arqueológica de la Cárcel de San Vicente Mártir (Plaza de la Almoyna).  Se trata de una capilla funeraria de época visigoda. Fue descubierta en el curso de una excavación arqueológica en la década de los 80, originada por el derribo del inmueble que envolvía una de las cárceles donde fue encerrado el Santo. El edificio, que se encuentra en excepcional estado de conservación, tiene planta de cruz y cubierta abovedada, y en origen estaría unida a la catedral visigoda de la época (siglos VI-VII), formando parte del recinto episcopal. Tras la conquista cristiana en el año 1238, sobre los restos que quedaban en pie del edificio, Jaime I mandó edificar una capilla, dedicada a san Vicente Mártir, pues todavía se conservaba memoria de la vinculación del santo con el entorno, capilla que ha llegado hasta nuestros días.

Sarcófago de San Vicente (Calle de San Pio V, 9). En el Museo de Bellas Artes de Valencia se encuentra un sarcófago de época paleocristiana conocido como "Sarcófago de San Vicente" que según la tradición es el que guardó los restos del santo.

Basílica Sepulcral de San Vicente Mártir (hoy llamada Parroquia de Cristo Rey) y Monasterio de la Roqueta (Calle de San Vicente, 126). Según cuenta la tradición, en este lugar, junto a la Vía Augusta, se construyó en el siglo IV una iglesia o un “martyrium”, para que reposaran los restos del Santo.  Coetánea a la de San Juan de Letrán, en Roma, es considerada la “ecclesia mater Valentia”. Fue de las pocas iglesias por no decir la única, que siguieron cumpliendo su función religiosa cristiana durante el periodo de dominación musulmana en Valencia, constituyéndose en el centro de la comunidad mozárabe, situada extramuros de la ciudad. En algún momento de intolerancia musulmana, probablemente con Abderraman I (755-788), temiendo su profanación, los restos del santo se evacuaron del Monasterio embarcándolos en un navío que, dando la vuelta a la Península, debería aportar en Asturias. Pero una tempestad lo encalló en las costas de Portugal.

Copatrón de Lisboa. La peripecia de evacuar por mar las reliquias de San Vicente huyendo de la presión musulmana transcurrió sin graves contratiempos hasta que, pasado el estrecho de Gibraltar, un fuerte temporal obligó al navío a acercarse a la costa de los Algarbes lusitanos. Embarrancaron en una lengua de arena a la que dieron el nombre de Cabo San Vicente en honor del santo cuyos restos trasladaban. En aquel mismo lugar donde les obligo el temporal a refugiarse, fundaron una colonia y un santuario en cuya cripta escondieron los huesos del Santo. Muchos años más tarde, en 1112, la colonia fue arrasada por las huestes de Habul Hacem, y sus habitantes (descendientes de los valencianos) exterminados, pero las reliquias no fueron descubiertas. En 1148, el Rey Alfonso Henriques de Portugal conquistó Lisboa y enterado de la historia de las reliquias viajó al Cabo San Vicente. Entre las ruinas del santuario, se produjo el hallazgo milagroso gracias a una bandada de cuervos que después acompañaron la comitiva en el viaje de vuelta hasta Lisboa. Por eso figuran en el escudo de la ciudad.

Otro lugar vicentino es la Iglesia de San Vicente Mártir. El edificio que vemos en la actualidad, inaugurado en 1977, nada tiene que ver con lo que había: la Ermita de San Vicente. Construida con toda probabilidad tras la conquista de la ciudad, por Jaime I de Aragón en 1238, sobre el muladar donde fue arrojado el cadáver del santo para que fuera devorado por las alimañas. En su interior y en un nicho había una imagen yacente de San Vicente Mártir, que con el tiempo recibiría el nombre de "LLit de Sant Vicent" (cama de San Vicente). Durante la Guerra de la Independencia el templo fue incendiado y en 1815 reconstruido. Y en 1936 nuevamente destrozado.

Conmemoración del bautizo de San Vicente Ferrer

Vicente Ferrer nació el 23 de enero de 1350, un día después de la festividad litúrgica del mártir Vincentius, muerto hacia 304, y de quien recibió el nombre. Por eso cada 22 de enero se recrea el bautizo de Sant Vicent Ferrer con una cabalgata y el bautismo de un niño, en la iglesia de San Esteban. El personaje de la Virreina es desempeñado siempre por la Fallera Mayor de Valencia del año anterior.