En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
- Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
- ¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
- Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
- ¿También vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
- Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.
Comentario del Papa Francisco
Hoy concluye la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan (Jn 6,60-69), con el discurso sobre el “Pan de vida”, que Jesús pronunció el día después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje inquietante del Maestro: “¡Este modo de hablar es duro! ¿Quién puede hacerle caso?”. Entonces, Pedro hace su confesión de fe: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna” El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. La fidelidad a Dios es una cuestión de fidelidad a una persona, a la cual nos adherimos para recorrer juntos un mismo camino. Y esta persona es Jesús.