Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
- Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:
- Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
- ¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
- ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
- ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Comentario del Papa Francisco
(Vamos a la otra orilla) Enfermos, ancianos, golpeados por la vida: algunos de ellos tal vez están desesperados y no tienen ya ni siquiera fuerzas para actuar, y esperan solo una limosna, la limosna del pan, la limosna de la justicia, la limosna de un gesto de atención y de bondad. Al igual que los apóstoles Pedro y Juan, cuando no tenían ni oro ni plata que dar al pobre paralítico, vengo a ofrecerles la fuerza y el poder de Dios que curan al hombre, lo levantan y lo hacen capaz de comenzar una nueva vida, “pasando a la otra orilla”.