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Procesión de San Antonio en Madrid

Procesión de San Antonio en Madrid

Dan las siete en el gran reloj de la esquina. En el atardecer de este luminoso 13 de junio, procesiona por las calles de Madrid la imagen de San Antonio. Cruza la Plazuela del Ángel, frente al palacio del Conde de Tepa, poblado de tiendas en su planta inferior. Familiares y amigos presencian el paso desde los balcones, engalanados con reposteros para la ocasión. La cruz de guía, seguida por los estantes de la cofradía, enfila ya por la calle de San Sebastián, donde vemos la fachada lateral de la iglesia, con su pequeño jardín trasero que aún existe.

Dos elegantes señoras asisten entretenidas desde su coche de caballos, que han mandado detener en un punto estratégico. El conductor se descubre con respeto al pasar el Santo que, iluminado por velas y faroles, y envuelto en una nube de incienso, parece haber bajado de los cielos en el día de su fiesta para regocijo de sus devotos.

Un teniente de húsares de Pavía, con su reluciente sable y el chacó en mano, se gira y nos observa. Junto a un puesto ambulante de “agua, azucarillos y aguardiente”, y probablemente horchata también, una niña le implora a su padre que la vuelva a aupar para ver desfilar la banda militar, que tras las autoridades y el clero que les precede, cierran la procesión.

Vemos a damas elegantes, manolas con sus mantones de manila, niñeras, aguadoras, vendedores ambulantes con sus cestos de mimbre, chiquillos que corren, todos reunidos en torno a San Antonio.

Rica escena, exuberante de vida. Maravillosa policromía de tipos humanos, reflejo de la sana vitalidad del pueblo, desigualdades armónicas que, en palabras de Pío XII, forman el “auténtico espíritu de comunidad y fraternidad”.*

Pueblo y Masa”, Pío XII, Radiomensaje de Navidad, 1944.

Manuel Fernández Carpio nació en 1853 en Jaén. Fue discípulo de la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado y de Manuel de la Paz Mosquera.​ Concurrió con asiduidad a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, presentando en la de 1881 el cuadro titulado “Los extremos se tocan”, y en la de 1895 “Procesión de san Antonio, en Madrid”, que obtuvo una mención honorífica. Estuvo pensionado en Madrid por la Diputación Provincial de Jaén. Mantuvo una gran amistad con el también pintor Casimiro Sainz. Falleció en diciembre de 1931 en Santander.