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Picos de la Najarra

Picos de la Najera

“La naturaleza difícilmente soporta el trabajo de la imaginación, es tan poderosa que sobra al hombre con tratar de reproducirla. La multitud de accidentes y combinaciones poca cosa nos permite inventar”, decía el maestro de pintores Carlos Haes, en su discurso de ingreso en la Academia de San Fernando.
Jaime Morera, uno de los discípulos por el que mostró más predilección, nos brinda en este luminoso lienzo el privilegio de asomarnos al pico Najarra, en la sierra madrileña del Guadarrama, en el inicio del deshielo, con su imponente macizo rocoso, sólido y eterno, alzándose sobre un manto de nieve, volátil, cambiante a cada rayo de sol, y desvaneciéndose lentamente en espontáneos arroyuelos.
Según su propio testimonio, la contemplación de la naturaleza llegó a constituir en su cerebro una obsesión inevitable. “Durante muchos años –escribe en sus anotaciones-- acaricié el proyecto de internarme en la Sierra para admirarla en todo su esplendor y tratar de robarle sus secretos. (…) Hallé por fin lo que anhelaba: la entraña de la Sierra, con sus fragosidades soñadoras, sus picachos bravíos (nidales de águilas), sus trochas, sus abismos, sus peñascales imponentes…” 
Pero Morera no sólo encontró en la Sierra una fuente de inspiración estética, sino un lugar de regeneración ética y moral de carácter personal:
“Durante las largas caminatas, monologaba sobre las cosas pasadas y presentes, sobre recuerdos de hechos y personas; pues, cuando se está solo y contemplando la obra de Dios, se aguza el pensamiento, se afinan los sentidos, las ideas se agrandan y ennoblecen, y se producen emociones que fortifican el carácter, amoldándolo y preparándolo para hacernos más 
La montaña, como el mar, nos sorprende constantemente. Inmutable y cambiante al tiempo, nos hace sentir la emoción de lo intemporal, de lo eterno, y nos reporta a Dios. 
¡Tarde te amé, belleza infinita, decía San Agustín en las Confesiones, tarde te amé belleza siempre antigua y siempre nueva!
JAIME MORERA Y GALICIA (Lérida, 1854-Madrid, 1927) fue uno de los paisajistas más valorados de la pintura española de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Hermano del político y poeta Magín Morera, estudió pintura de paisaje en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid con Carlos de Haes. Después en 1874 marchó pensionado como pintor de paisaje en la primera promoción en la Academia de España en Roma junto a Francisco Pradilla, Casto Plasencia y Alejandro Ferrant. Su personalidad artística fue representativa de toda una generación de pintores que, bajo la maestría de Carlos de Haes, proporcionaron plena autonomía al género del paisaje, como resultado de la observación directa de la naturaleza. Los grandes temas de sus obras corresponden a paisajes de Madrid, especialmente los parajes de la sierra de Guadarrama, y la costa cantábrica, con sus marinas y acantilados, a los que habría que añadir los paisajes europeos producto de las numerosas campañas pictóricas que realizó.