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Pero no tal sutileza

Escritor

Si las cosas son verdad, son porque lo apruebe la mayoría, vamos de cabeza en la comunidad. Suponed que los morenos de pelo sean mayoría absoluta y dijesen eliminar a los rubios, la razón es lo de menos, como suele pasar con los presupuestos ¿quién se los estudia? Que se aprueben o no, es ajeno a lo estrictamente presupuestario; bastará un master, un artículo de la constitución o una riada… para echarlo por tierra. ¿Qué dos más dos sean cinco? ¡Qué más da! Quiero decir que si resquebrajamos -los creyentes- el gran don de la fe, queda vida y queremos abarcarlo todo, hasta el misterio, contagiamos a la sociedad y ésta galopa sin freno hacia un abismo. Es más de lo que calculamos, el mal social que supone mundanizar nuestra relación con Dios, no sólo porque la adulteramos, sino también porque todo hombre, cada hombre, es religioso de Buda, Mahoma o testigo… y según que convicciones, así vive y vota. Y si la vida es un pimiento, me refiero a la humana, pues basta un acuerdo para que volatilicemos el gran Don de Dios que es la vida de cada cual ¿o no es?

Con estas reflexiones, que seguirán si Dios me da vida, lo que quiero es hacer caer en la cuenta, mejor dicho ayudar, a que valoremos el inmenso caudal de sentido común, de convivencia, de paz y de alegría, que proporciona a los hombres de hoy, el regalo de la Revelación, de la fe, del Bautismo que nos vuelve a generar a una vida nueva. Que no seamos tan tontos como para dilapidar esta herencia social que hemos recibido. Es verdad que existe el mal o sea el malo, como señala el Papa: y que el otro sutil peligro es lo que llamamos Pelahianismo, que ilumina el problema del mal, pero ya hablaremos de ello. Por ahora seguiremos con esto de un conocimiento gnosis que nos deja desnudos ante el huracán relativista.