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Origen de los Ángeles

LOS ángeles pertenecen al orden de la Creación: son criaturas, han sido creados por Dios.

La Sagrada Escritura lo afirma claramente en varios textos: por ejemplo, en Nehemías 9, 6: “¡Tú solo eres Yahveh! Tú hiciste el cielo, el cielo de los cielos y todo su cortejo (o milicia) […] y el ejército de los cielos te adora”. En el Nuevo Testamento, San Pablo recuerda que en Cristo “fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él” (Col 1, 16). El dogma católico así lo sostiene, según veíamos en el primero de estos artículos: en concreto, el IV Concilio de Letrán señala que los ángeles han sido creados por Dios al comienzo del tiempo.

En efecto, no han existido desde toda la eternidad, ab aeterno, pues hubo un momento en que no existían todavía: por lo tanto, a diferencia de Dios no son eternos, sino que han sido creados por Él en el tiempo; más exactamente, al comienzo del tiempo. San Agustín advierte que se produjo en el día primero del relato del Génesis, porque iría implícito en la frase: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gén 1, 1; La ciudad de Dios, lib. XI, cap. 9). Conforme a estos escuetos datos de la revelación, completados por los que proporciona la razón, lo más probable es que fueran creados juntamente con el mundo corpóreo y antes que el hombre. Como diremos, los ángeles no son eternos, pero sí eviternos: es decir, han tenido un comienzo al ser creados por Dios, pero su existencia, al igual que sucede con el alma humana, ya no tendrá final.

Número de los ángeles

No es posible saber con exactitud el número de los ángeles, pero sí que es inmenso, según algunos testimonios de la Sagrada Escritura. Así, las visiones de Daniel y de San Juan en el Apocalipsis hablan de millares y millares y de miríadas de estos espíritus puros que sirven y alaban a Dios (Dan 7, 10; Apoc 5, 11-12). Nuestro Señor Jesucristo, al ser apresado en el Huerto de los Olivos, mandó a San Pedro guardar la espada, ya que si Él quisiera podría rogar a su Padre que dispusiera a su servicio doce legiones de ángeles (Mt 26, 53). Asimismo, su Nacimiento había sido anunciado a los pastores por un ángel, al cual se juntó “una gran multitud del ejército celestial” alabando a Dios con un canto o recitación de gloria (Lc 2, 13-14).

Muchos autores cristianos han considerado también inmenso el número de los ángeles por varias razones más. Así, San Gregorio Magno, en una expresión típica de la tendencia de algunos Padres de la Iglesia al simbolismo y a la alegoría bíblica, establece una relación entre la parábola de la dracma perdida y hallada por la mujer y los coros angélicos: “la mujer tuvo diez dracmas porque los coros de los ángeles son nueve, y, para que se completara el número de los elegidos, fue creado el coro de los hombres” (Homilía 34 sobre los Evangelios, n. 6). Por lo tanto, en el caso de que los hombres supusieran aproximadamente una décima parte de los ángeles (aunque el mencionado autor no dice que se trate de coros iguales o proporcionales), el número de éstos ha de ser inmenso. El Pseudo-Dionisio Areopagita, primer tratadista de los ángeles en el siglo V o VI (hacia 450-520), considera asimismo incontable su número y afirma que nos es imposible a los hombres cuantificarlo (La Jerarquía Celeste, cap. 14).

Santo Tomás de Aquino (1224-1274) alega además un argumento teológico-racional propio: probablemente el número de los ángeles exceda al de las especies de todas las cosas materiales, ya que, como Dios busca la perfección del universo al crear las cosas, cuanto más perfectas sean las crea con mayor prodigalidad (Suma Teológica I, q. 50, a. 3 in c).