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No tengáis miedo a los que matan el cuerpo

Evangelio del día

Salmo
Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7 
R. Humildes, buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón. 

Dad gracias al Señor, invocad su nombre, 
dad a conocer sus hazañas a los pueblos; 
cantadlo al son de instrumentos, 
hablad de sus maravillas. 

Gloriaos de su nombre santo, 
que se alegren los que buscan al Señor. 
Recurrid al Señor y a su poder, 
buscad continuamente su rostro. 

¡Estirpe de Abrahán, su siervo, 
hijos de Jacob, su elegido! 
El Señor es nuestro Dios, 
él gobierna toda la tierra.

Evangelio
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo 
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 10,24-33 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: 
- Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. 
Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! 
No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto, que no llegue a descubrirse; nada hay escondido, que no llegue a saberse. 
Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. 
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones. 
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.

Comentario del Papa Francisco
La paz que Dios nos da es capaz de tranquilizar la conciencia de aquellos que a través de las pruebas de la vida, saben acoger la Palabra de Dios y se comprometen a observarla con perseverancia hasta el final (cf. Mt 10, 22). Recemos hoy de modo particular por quienes son discriminados, perseguidos y asesinados por el testimonio que dan de Cristo. Quisiera decir a cada uno de ellos: si lleváis esta cruz con amor, habéis entrado en el Corazón de Cristo y de la Iglesia.