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Escritor

Ahí está el punto clave. Rezaremos así: como Dios está tan lejos; como hay cosas (desde el huracán, la ola gigante, la injusticia clamososa, el niño que nace con cáncer, el mal ¡tanto mal! que no explican cómo puede existir un Dios que sea bueno y recto todopoderoso… pues algo tenemos que hacer. Y trazamos el camino. Por de pronto mejor olvidarnos de que Cristo es Dios. Nos fijamos en el hombre, que no tuvo por qué nacer Belén, ya que ahora un investigador dice que no, que de eso nada, que nació en Nazaret. Es verdad que en el Evangelio se dice que Belén, pero son inventos. Como que María era Virgen. ¡No! Tuvo más hijos y así, pasito a pasito, vamos desconfiando del Evangelio y lo que eso supone: la tradición y el Magisterio al desván. Vamos fiándonos más de los sabios de la tierra y olvidarnos la sabiduría que, lo tiene bien repetido ese Jesús de Nazaret, es de los sencillos, humildad y dóciles a la gracia, naufragamos en el mar del mundo los descubrimientos, sus avances científicos y sus conclusiones peregrinos. ¿Un ejemplo? Aquí lo tenéis. Multiplica cinco panes. Di de comer a más de cinco mil bocas. Sobraron varios cestos. ¿Milagro? Pero no lo que pensábamos. Jesús conoce a la gente que le sigue y sobre que llevan mucha provisión en sus bolsas. El milagro es que con su palabra y su fuerza moral, Jesús consigue que saquen sus bocadillos de la bolsa, los pongan en común y a comer los cinco mil, hasta hartarse. Mucha provisión la de aquellos oyentes. Pero, es así, esta versión es la verdadera; lo que aprendimos, dice la Iglesia y es más lógico… eso no vale. Por ahí va el funesto gnosticismo que nos mundaniza.