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Lugar y movimiento

La cuestión de lo que supone el lugar para los ángeles y su movimiento está abierta al debate entre los teólogos, aunque las opiniones de Santo Tomás,

como sucede con frecuencia, resultan de un peso singular y serán las que principalmente recojamos de forma resumida. Con razón dice el “Doctor Angélico” que un cuerpo se halla en un lugar de manera circunscriptiva o circunscrita, o sea, reducida a ciertos límites, por lo cual se puede medir el lugar que ocupa. Pero el ángel, al ser puramente espiritual, se encuentra de una manera que trasciende por completo el lugar corporal: no se halla de manera circunscrita, aunque sí delimitativa o delimitadamente, es decir, está en un lugar y no en otro, pero ese lugar no se puede conmensurar o medir. Por su parte, Dios no se encuentra en un lugar de manera circunscrita como un cuerpo ni delimitadamente como un ángel, porque está en todas partes (Suma Teológica I, q. 52, a. 3 in c).

Se dice que el ángel está en un lugar cuando ejerce en él alguna acción: el ángel no tiene una cantidad dimensiva (de dimensión) como los cuerpos, pero sí virtual, por lo que puede ejercer su acción en un determinado lugar. El ángel no puede estar a la vez en varios lugares tomados adecuadamente, aunque sí inadecuadamente, o sea, en varios puntos de un mismo lugar, incluso distantes entre sí, si bien dentro de la esfera de la actividad angélica. Sólo Dios puede actuar a la vez en todos los lugares del universo sin que se agote jamás su capacidad infinita de acción. La virtud operativa del ángel, a diferencia de la de Dios, es finita y limitada: por tanto, puede distribuirse parcialmente en diferentes lugares considerados como un todo y sin que rebasen todos juntos la esfera de la actividad angélica.

El ángel puede moverse localmente sin necesitar pasar por el medio al trasladarse de un lugar a otro, pero su movimiento no puede ser instantáneo, aunque sea rapidísimo. Que los ángeles se desplazan lo prueba la Escritura: por ejemplo, Jacob vio a los ángeles subiendo y bajando entre el cielo y la tierra por una escala (Gén 28, 12), un ángel se movía de un lugar a otro y acompañaba a los israelitas por el desierto (Ex 14, 19) y Satanás contestó a Dios que venía de recorrer la tierra (Job 1, 7) y llevó a Nuestro Señor Jesucristo desde el desierto al Templo de Jerusalén y a lo alto de un monte para tentarle (Mt 4, 5. 8; Lc 4, 5. 9).

Naturaleza del entendimiento de los ángeles

Como espíritus puros absolutamente inmateriales, los ángeles están dotados de facultad cognoscitiva, de entendimiento, pues la inmaterialidad es precisamente la raíz del conocimiento, y también están dotados de facultad apetitiva racional, de voluntad. Ya dijimos que el Pseudo-Dionisio Areopagita y Santo Tomás los denominaban y definían como “inteligencias celestes”, “seres inteligibles e inteligentes”, “seres inmateriales e inteligentes” y “sustancias intelectuales inmateriales”. El primero dice que todo ser debe su existencia a Dios, los seres vivientes participan además de su poder vivificante y los seres dotados de razón e inteligencia participan de la Sabiduría divina (La Jerarquía Celeste, cap. 4). El segundo advierte con claridad que, como ser espiritual puro, en el ángel “todo su conocimiento es intelectual”, mientras que el conocimiento del alma humana en parte es intelectual, pero en parte es sensitivo, debido a la unión sustancial de cuerpo y alma existente en el hombre (Suma Teológica I, q. 54, a. 3 ad 1, et a. 5 in c).

En artículos próximos entraremos con más detalle en estas cuestiones relativas al entendimiento y la voluntad de los ángeles, cuestiones que en algunos aspectos son de suma belleza e invitan a su devoción.