En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro.
Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseida por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.
La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo:
- Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos.
Pero ella replicó:
- Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.
Él le contestó:
- Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Comentario del Papa Francisco
La mujer de lengua griega y de origen siro-fenicio fue a buscar a Jesús. No tuvo vergüenza de la mirada de los apóstoles. Y se acercó a Jesús para suplicarle que ayudara a su hija. No respondió a Jesús con su inteligencia, sino con sus entrañas de madre, con su amor: Pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños. Dame estas migajas a mí. Impresionado por su fe el Señor hizo un milagro… Viniendo del paganismo y de la idolatría, encontró la salud para su hija; y para sí misma encontró al Dios viviente. Su camino es el de una persona de buena voluntad que busca a Dios y lo encuentra. Vada día en a Iglesia del Señor hay personas que recorren este camino, silenciosamente, para encontrar al Señor, precisamente porque se dejan conducir por el Espíritu Santo.