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La visita de la madre al hospital

La visita de la madre al hospital

La escena se desarrolla en un hospital de beneficencia atendido por Hijas de la Caridad. La niña enferma, aún con el rostro marcado por reciente fiebre, recibe el consuelo de la visita de su madre, a la que mira con dulzura y cierta melancolía. Siente su enorme cariño en el toque de sus manos, que le infunden confianza y paz. Sus cabellos castaños, desmechados, sobre el blanco de la almohada y el brillo de sus grandes ojos azules nos la muestran débil. Aún tendrá que permanecer algún tiempo en reposo.
Su hermana pequeña le lleva un cesto con naranjas, para que se cure pronto. La religiosa de la Caridad, con su inconfundible toca de vuelo almidonado –Cornete–, hábito azul, manguitos y delantal blanco para las tareas del día, apoya su mano sobre la pequeña transmitiéndole seguridad y protección.
En la repisa, junto a la cama, una botella de agua, un vaso con su cucharilla para las medicinas, un cuenco y el jarabe curalotodo. Fijo sobre la tosca pared de yeso, una placa con el número de cada lecho y una pequeña pizarra colgada de un clavo con la dieta y la medicación. 
La madre lleva un vestido negro, adornado con un chal de grueso ganchillo, y un amplio delantal pardo con bolsillos para proteger la ropa. Es una familia humilde, no disponen de recursos para ser atendidos por los médicos en casa. Pero gozan de la caridad de las religiosas, que acogen a los pequeños con desvelo, en lo que es ya su segundo hogar.
De la cabecera de la cama pende un rosario. El ambiente es austero pero lleno de bondad. Los cuidados del cuerpo iban siempre acompañados de los del alma. Pero hace tiempo que se pretende desterrar a éstos. Por eso, según le dijo la Virgen de Fátima a la pequeña pastorcilla Jacinta Marto, en una de sus últimas visiones particulares, “los médicos no tienen luz para curar a los enfermos, porque no tienen amor de Dios.”*

Enrique Paternina García-Cid nació en Haro (1866) en el seno de una familia adinerada, dedicada al negocio vitivinícola. Ya a los quince años destacó como dibujante en el colegio de segunda enseñanza de Orduña. A los diecinueve se trasladó a Madrid para ingresar en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. Tras dos años de estudio, viajó a Italia y se instaló en Roma. Allí pintaría su obra más celebre, “La visita de la madre al hospital”, que inspiraría más tarde al joven Picasso en su cuadro “Ciencia y caridad” (1897). En la década de 1890 regresó a España, y residió entre Sevilla y Haro. Su pintura se caracteriza por el uso de colores sobrios que acompañan la temática social en la que destacó, sin desdeñar tampoco el paisaje y el género costumbrista. Falleció en Haro, a los 51 años.
Felipe Barandiarán * Cfr. “Era una Señora más brillante que el sol”. João De Marchi, pág. 257. Ed. Consolata. Bilbao, 1952.