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La Santísima Virgen María

Corredentora

Por la Maternidad divina de María, Dios quiso unirla tan estrechamente con su Hijo, que Éste (Jesucristo) la asoció a su obra redentora:*por su fiat en la

Anunciación nos llegó el Salvador;

*luego lo crio y lo cuidó amorosamente;

*más tarde lo acompañó muchas veces;

*finalmente unió su dolor al de Él en la Pasión, sufriendo una verdadera “Compasión”, es decir, “padeciendo con” Cristo. De la “Compasión” hablan algunos autores medievales y los cartujos veneran este misterio, que nosotros solemos conocer como “la Piedad” o “la quinta Angustia”: sobre todo cuando María, al pie de la Cruz, recibió en sus brazos el cuerpo muerto de su Hijo.

*María también fue la primera en conocer la Resurrección de Cristo; aunque no lo recojan los Evangelios, la Tradición cristiana siempre ha pensado que debía ser así.

Por todo esto, María es la primera Colaboradora a la obra de la redención, la Socia del Redentor, y con acierto muchos autores y el papa Pío XI la llamaron “Corredentora”.

Maternidad espiritual

Por su Maternidad divina y su Corredención, Jesús nos la quiso dejar por Madre a la Iglesia y a todos los hombres desde la Cruz, cuando se la encomendó a San Juan Evangelista y a él se lo entregó como hijo. De aquí nace la Maternidad espiritual de María: es la “nueva Eva” (así la llamaron muchos antiguos Padres de la Iglesia), es la Madre de los hombres.

Esa Maternidad espiritual en beneficio nuestro, la ejerce:

*como Abogada e intercesora nuestra ante Dios, rogando por nosotros y por nuestro perdón;

*como Medianera de todas las gracias desde el Cielo: ruega ante Dios para que Él nos conceda las gracias que nos lleven al Cielo; algunos autores medievales, como San Bernardo, dicen que es el Acueducto por el que nos vienen las gracias divinas;

*como Madre de la Iglesia, según la llamó el papa Pablo VI. María estuvo unida a los Apóstoles en los inicios de la Iglesia y estaba con ellos en el Cenáculo cuando el Espíritu Santo vino a darles fuerzas el día de Pentecostés.

Asunción a los Cielos

Por su Maternidad divina y su Corredención, convenía que María, que había compartido tan estrechamente con su Hijo su vida y su misión, fuera asociada a la gloria de Éste resucitado y reinante en el Cielo. Por eso, al final de su vida, fue elevada en cuerpo y alma a los cielos por los ángeles.

Este dogma fue definido por el papa Pío XII en 1950 (encíclica Munificentissimus Deus).

Pío XII definió como dogma la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos, pero no que hubiera muerto o no: en esto, la Iglesia permite opinar. Puede ser que muriera, pero sin corromperse su cuerpo, y que después fuera elevada al Cielo; puede ser que pasara por un estado de “Dormición” o Tránsito” y luego fuera llevada al Cielo. Pío XII parece inclinarse más a que muriera, porque es lógico que corriera la misma suerte que su Hijo, al que estaba tan unida. Algunos autores dicen que murió “de amor”, porque había en su alma y en su corazón tanto amor a Dios, que ese amor ya no podía caber en esta vida y tenía que pasar al Cielo.

Realeza

Por su Maternidad divina y su Corredención, en el Cielo se le concedería la Realeza, unida a la de Cristo Rey. Es así verdadera Reina:

*con una dimensión esencialmente espiritual: es Reina de los Cielos, Reina de los Ángeles, Reina de los Apóstoles, Reina de los Mártires, Reina de las Vírgenes, Reina de los Monjes, Reina de todos los Santos, etc.

*pero también con una dimensión social: es Reina y Patrona de las diversas patrias del mundo y Reina de la Paz (así la invocaba Benedicto XV en la I Guerra Mundial, 1914-1918), etc. El papa San Pío V la invocó como “Auxilio de los cristianos” por su intercesión en la victoria de Lepanto (1571) frente a los turcos; Juan Pablo II la ha invocado como “Reina de las familias”; etc.

Sobre la Realeza de María, Pío XII escribió una encíclica (Ad coeli Reginam).