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La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos

Evangelio del día


Te llamarás Israel, porque has luchado con dioses, y has podido

Lectura del libro del Génesis 32,22-32

En aquellos días, todavía de noche se levantó Jacob, tomó a las dos mujeres, las dos siervas y los once hijos y cruzó el vado de Jaboc; pasó con ellos el torrente e hizo pasar cuanto poseía.
Y él se quedó solo.
Un hombre luchó con él hasta la aurora; y viendo que no lo podía, le tocó la articulación del muslo, y se la dejó tiesa mientras peleaba con él.
Y el hombre le dijo:
- Suéltame, que llega la aurora.
Respondió:
- No te soltaré hasta que me bendigas.
Y le preguntó:
- ¿Cómo te llamas?
Contestó:
- Jacob.
Le replicó:
- Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con dioses y con hombres y has podido.
Jacob, a su vez, preguntó:
- Dime tu nombre.
Respondió:
- ¿Por qué me preguntas mi nombre?
Y le bendijo.
Jacob llamó aquel lugar Penuel, diciendo:
- He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo.
Cuando atravesaba Penuel salía el sol, y él iba cojeando. Por eso los israelitas hasta hoy no comen el tendón de la articulación del muslo, porque Jacob fue herido en dicho tendón del muslo.

SALMO

Sal 16, 1. 2-3. 6-7. 8 y 15

R. Con mi apelación, Señor, vengo a tu presencia.

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño.

Emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche;
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío,
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.

EVANGELIO

La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,32-38

En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló.
La gente decía admirada:
- Nunca se ha visto en Israel cosa igual.
En cambio, los fariseos decían:
- Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias.
Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos:
- Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.