PREOCUPADO con los altos índices de mortalidad infantil, debido a la falta de cuidados e higiene en los meses de lactancia, el médico francés Gastón Variot crea en 1892, en el barrio parisino de Belleville, “La gota de leche”.
Una institución de caridad de carácter médico y educativo. Al mismo tiempo, funda una revista terapéutica y toma al pintor del cuadro que hoy nos ocupa, como su ilustrador oficial. De esta forma, su ejemplar iniciativa traspasa rápidamente las fronteras. En Madrid, por ejemplo, se funda en 1904 de la mano de Rafael Ulecia y Cardona. Pero vayamos al cuadro.
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Para celebrar la Navidad en este barrio pobre de París, la caridad cristiana ha organizado una fiesta en el dispensario. Junto al gran árbol navideño, alegremente adornado, madres, abuelos y nietos están reunidos, sentados en rústicos bancos de madera, para asistir a alguna representación teatral, cánticos y poesías declamadas.
Los niños de las buenas familias acuden acompañados de sus madres –vemos a una de ellas al fondo, a la izquierda, con un vestido blanco– llevando pequeñas cestas de dulces y regalos que distribuyen con cariño. Sonrojada de alegría, la niña pequeña de la derecha, se entrega con placer a descubrir las sorpresas que su cesta guarda: bajo algunos mantecados y esa brillante naranja, aparece una muñeca de madera, como la que ya tiene en sus brazos, acunando, su amiga de al lado.
Me llama la atención la pobreza con la que van vestidos, salta a la vista por ejemplo en los dos niños, quizá hermanos, sentados delante, apoyado él en una vieja muleta. Pero lo que me cautiva, es esa sonrisa que ilumina sus rostros, alegría sencilla, de quien sabe disfrutar de las pequeñas cosas en una vida en donde no falta el sufrimiento.
El broche de oro de la caridad cristiana lo pone la niña de los tirabuzones dorados y vestido de puntillas blanco, al imprimir ese beso lleno de cariño en la rolliza y blandita mano del humilde bebé que se encuentra feliz en el regazo de su madre. ¡Es Navidad!
