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La Familia: Varón y Mujer

… En el Libro del Génesis, leemos que Dios, después de haber creado el universo y todos los seres vivientes, creó la obra maestra, es decir, el ser humano, que hizo a su propia imagen: “Los creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”.

Como todos sabemos, la diferencia sexual está presente en tantas formas de vida, en la larga escala de los vivientes. Pero sólo en el hombre y en la mujer, ésta lleva, en sí, la imagen y la semejanza de Dios; ¡el texto bíblico lo repite por tres veces en dos versículos!: ¡Hombre y mujer son imagen y semejanza de Dios! Esto nos dice que no sólo el hombre, por su parte, es imagen de Dios, no sólo la mujer, por su parte, es imagen de Dios, sino también el hombre y la mujer, como pareja, son imagen de Dios. La diferencia entre hombre y mujer no es para la contraposición o la subordinación, sino para la comunión y la generación, siempre a imagen y semejanza de Dios.

Enriquecimiento recíproco

La experiencia nos lo enseña: para conocerse bien y crecer armónicamente el ser humano tiene necesidad de la reciprocidad entre hombre y mujer. Cuando esto no sucede, se ven las consecuencias. Estamos hechos para escucharnos y ayudarnos recíprocamente. Podemos decir que sin enriquecimiento recíproco en esta relación – en el pensamiento, en la acción, en los afectos y en el trabajo, también en la fe – los dos no pueden ni siquiera entender profundamente qué significa ser hombre y ser mujer.

La cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas libertades y nuevas profundidades para el enriquecimiento de la comprensión de esta diferencia. Pero también ha introducido muchas dudas y mucho escepticismo. Por ejemplo, yo me pregunto si la así llamada teoría del género no es también expresión de una frustración y de una resignación que apunta a cancelar la diferencia sexual porque no sabe más que confrontarse con ella. Nos arriesgamos a dar un paso atrás.

La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema no la solución. Para resolver sus problemas de relación, el hombre y la mujer deben en cambio hablarse más, escucharse más, conocerse más, quererse más. Deben tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con estas bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la unión matrimonial y familiar para toda la vida. El vínculo matrimonial y familiar es una cosa seria, lo es para todos, no sólo para los creyentes.

No abandonar este tema

Quisiera exhortar a los intelectuales a no abandonar este tema, como si se hubiera transformado en secundario, por el compromiso a favor de una sociedad más libre y más justa.

Dios ha confiado la tierra a la alianza del hombre y de la mujer; su fracaso aridece el mundo de los afectos y oscurece el cielo de la esperanza. Las señales ya son preocupantes, y las vemos. Quisiera indicar, entre las muchas, dos puntos que yo creo que deben empeñarnos con más urgencia.

El primero. Indudablemente debemos hacer mucho más a favor de la mujer, si queremos volver a dar más fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres.

Es necesario, de hecho, que la mujer no sólo sea más escuchada, sino que su voz tenga un peso real, una autoridad reconocida, en la sociedad y en la Iglesia. El mismo modo con el que Jesús ha considerado a la mujer - leamos el Evangelio - en un contexto menos favorable del nuestro - porque en aquel tiempo la mujer estaba en segundo lugar, ¿no? Y Jesús la ha considerado de una manera que da una luz potente, que ilumina un camino que lleva lejos, del cual hemos recorrido solamente un pedacito. Todavía no hemos entendido, en profundidad, cuáles son las cosas que nos puede dar el genio femenino, qué puede dar a la sociedad y también a nosotros, la mujer. Quizás, ver las cosas con otros ojos que complementan el pensamiento de los hombres. Es un camino para recorrer con más creatividad y más audacia.

Una segunda reflexión, concierne el tema del hombre y de la mujer, creados a imagen de Dios. Me pregunto si la crisis de confianza colectiva en Dios, que nos hace tanto mal, nos hace enfermar de resignación a la incredulidad y al cinismo, no está también conectada a la crisis de la alianza entre hombre y mujer. En efecto, el relato bíblico, con el gran fresco simbólico sobre el paraíso terrenal y el pecado original, nos dice precisamente que la comunión con Dios se refleja en la comunión de la pareja humana y la pérdida de la confianza en el Padre celestial genera división y conflicto entre hombre y mujer.

De aquí viene la gran responsabilidad de la Iglesia, de todos los creyentes, y ante todo de las familias creyentes, para redescubrir la belleza del designio de Dios también en la alianza entre el hombre y la mujer. La tierra se llena de armonía y de confianza cuando la alianza entre el hombre y la mujer se vive en el bien. Y si el hombre y la mujer la buscan juntos entre ellos y con Dios, sin duda la encuentran. Jesús nos alienta explícitamente a testimoniar esta belleza, que es la imagen de Dios. Gracias.

(Audiencia General, Miércoles, 15 de Abril de 2015)