En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.
Y el tentador se le acercó y le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Pero él le contestó diciendo:
- Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
- Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras».
Jesús le dijo:
- También está escrito: «No tentarás al Señor, tu Dios».
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo:
-Todo esto te daré si te postras y me adoras.
Comentario del Papa Francisco
El Evangelio del primer domigo de Cuaresma presenta cada año el episodio de las tentaciones de Jesús. El tentador busca apartar a Jesús del proyecto del Padre. El duelo entre Jesús y Satanás tiene lugar a golpes de citas de la Sagrada Escritura. El diablo, en efecto, para apartar a Jesús del camino de la cruz, le hace presente las falsas esperanzas mesiánicas: el bienestar económico, indicado por la posibilidad de convertir las piedras en pan; el estilo espectacular y milagrero, con la idea de tirarse desde el punto más alto del templo de Jerusalén y hacer que los ángeles le salven; y, por último, el atajo del poder y del dominio, a cambio de un acto de adoración a Satanás. Jesús rechaza decididamente todas estas tentaciones y ratifica la firme voluntad de seguir la senda establecida por el Padre, sin compromiso alguno con el pecado y con la lógica del mundo. Él no dialoga con Satanás, como había hecho Eva. Sabe bien que con Satanás no se puede dialogar.