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Introdución en el Sínodo de la Familia 2015

El Sínodo, como sabemos, es un caminar juntos con espíritu de colegialidad y de sinodalidad, adoptando valientemente la parresia, el celo pastoral y doctrinal, la sabiduría, la franqueza, y poniendo siempre delante de nuestros ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la suprema lex: la salusanimarum (cf. can. 1752).

Quisiera recordar que el Sínodo no es un congreso o un «locutorio», no es un parlamento o un senado, donde nos ponemos de acuerdo. El Sínodo, en cambio, es una expresión eclesial, es decir, es la Iglesia que camina unida para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios; es la Iglesia que se interroga sobre la fidelidad al depósito de la fe, que para ella no representa un museo al que mirar ni tampoco sólo que salvaguardar, sino que es una fuente viva de la cual la Iglesia se sacia, para saciar e iluminar el depósito de la vida.

El Sínodo se mueve necesariamente en el seno de la Iglesia y dentro del santo pueblo de Dios, del cual nosotros formamos parte en calidad de pastores, es decir, servidores.

Dejarse conducir por Dios

El Sínodo, además, es un espacio protegido donde la Iglesia experimenta la acción del Espíritu Santo. En el Sínodo el Espíritu habla a través de la lengua de todas las personas que se dejan conducir por el Dios que sorprende siempre, por el Dios que revela a los pequeños lo que esconde a los sabios y a los inteligentes, por el Dios que ha creado la ley y el sábado para el hombre y no viceversa, por el Dios que deja las noventa y nueve ovejas para buscar a la única oveja perdida, por el Dios que es siempre más grande que nuestras lógicas y nuestros cálculos.

Recordamos que el Sínodo podrá ser un espacio de la acción del Espíritu Santo sólo si nosotros, los participantes, nos revestimos de coraje apostólicohumildad evangélica y oración confiada.

El coraje apostólico que no se deja asustar frente a las seducciones del mundo, que tienden a apagar en el corazón de los hombres la luz de la verdad, sustituyéndola con pequeñas y pasajeras luces, y ni siquiera frente al endurecimiento de algunos corazones que - a pesar de las buenas intenciones - alejan a las personas de Dios. «El coraje apostólico de llevar vida y no hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos» (Homilía en Santa Marta28 de Abril de 2015).

La humildad evangélica que sabe vaciarse de las propias convenciones y prejuicios para escuchar a los hermanos obispos y llenarse de Dios. Humildad que lleva a no apuntar el dedo en contra de los demás, para juzgarlos, sino a tenderles la mano, para levantarlos sin sentirse nunca superiores a ellos.

La oración confiada es la acción del corazón cuando se abre a Dios, cuando se hacen callar todos nuestros humores para escuchar la suave voz de Dios que habla en el silencio. Sin escuchar a Dios, todas nuestras palabras serán solamente «palabras» que no sacian y no sirven. Sin dejarse guiar por el Espíritu, todas nuestras decisiones serán solamente «decoraciones» que en lugar de exaltar el Evangelio lo recubren y lo esconden.

… Iniciamos nuestro camino invocando la ayuda del Espíritu Santo y la intercesión de la Sagrada Familia: Jesús, María y San José. ¡Gracias!

(Aula del Sínodo, Lunes 5 de Octubre de 2015)