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Filtrar y descubrir

Al reflexionar un poco sobre el modo en que los medios de comunicación cubrieron la noticia de tal evento, así como de los acontecimientos que lo rodearon, no pude dejar de concluir que éstos se quedaban en lo superficial. Aludían a que el sumo pontífice ya no utilizaría zapatos rojos, sino negros; a que había saludado con más efusividad a algunos mandatarios que otros; a que caminaba con dificultad; a que sobresalía por su austeridad; a que tenía una mentalidad supuestamente conservadora… y, pese a tanta profusión de detalles, los canales de televisión y los periódicos nunca –o casi nunca, vaya- referían el contenido de las palabras que el Santo Padre dirigía a la gente.

Por un tiempo creí que aquel fenómeno era casual y que los medios en realidad sólo trataban de ilustrar con ejemplos e imágenes los hábitos del papa con el fin de hacerlo más cercano a su audiencia. Pero luego comprendí que tal vez no era ésa la verdadera explicación. Hay una tendencia histórica y humana a prestar atención a lo accesorio y a olvidar lo fundamental.

En este caso concreto, estoy incluso tentado a achacarle la iniciativa al demonio, cuyo interés fundamental es probablemente que olvidemos la doctrina que nos transmite el representante de Jesucristo en la Tierra y que nos centremos en cosas tan frívolas como el vestido de una princesa en la misa inaugural, los hábitos alimenticios de los cardenales o la paloma que se posó durante no sé cuántos minutos sobre la chimenea que algunos minutos después habría de anunciar el nombramiento del nuevo papa mediante la fumata blanca.

Pienso que deberíamos hacer un esfuerzo por descubrir los mensajes orales y escritos del papa que hay detrás de tanto revuelo mediático. Nos sorprenderá comprobar la actualidad y sencillez de dichos textos y, dicho sea de paso, nos revelarán a quién tienen por destinatario favorito: los jóvenes católicos.

Pondré un ejemplo. Pocos días después de su misa inaugural, concretamente durante la homilía del domingo de Ramos, Francisco nos exhortó a todos los fieles a vivir con alegría y con esperanza: No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús. (…) No os dejéis robar la esperanza”.

Por último, antes de concluir su discurso con el rezo del ángelus, el Papa añadió ante cerca de 250.000 personas congregadas en la plaza de San Pedro: “Los jóvenes deben decir al mundo entero que es bueno seguir a Jesús, que es bueno caminar junto a Jesús, que es bueno el mensaje de Jesús, que es bueno salir de uno mismo e ir a los confines del mundo y de la existencia para llevar a Jesús. Tres palabras: alegría, cruz y jóvenes”.