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El nacimiento de Juan Bautista. Juan es su nombre

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. 
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: 
- ¡No! Se va a llamar Juan. 
Le replicaron: 
- Ninguno de tus parientes se llama así. 
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. 
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. 
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: 
- ¿Qué va a ser este niño? 
Porque la mano del Señor estaba con él. 
El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Comentario del Papa Francisco

Juan es la voz, una voz sin palabra, porque la palabra no es él, es otro. Él es quien habla, pero no dice. La fiesta de san Juan está en los días más largos del año; los días que tienen más luz, porque en las tinieblas de aquel tiempo Juan era el hombre de la luz: no de una luz propia, sino de una luz reflejada. Como una luna. Y cuando Jesús comenzó a predicar, la luz de Juan empezó a disiparse, a disminuir, a desvanecerse. Él mismo lo dice con claridad al hablar de su propia misión: “Es necesario que Él crezca y yo mengüe”. “Voz, no palabra; luz, pero no propia, Juan parece ser nadie, rebajarse.