Lectura 1
Te compadeces de todos, porque amas a todos los seres
Lectura del libro de la Sabiduría 11,23_12,2
Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.
Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor.
Salmo
Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey,
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día te bendeciré,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas las criaturas te den gracias, Señor.
Que te bendigan tus fieles,
que proclamen la gloria de tu reino,
que hablen de tus hazañas.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.
Lectura 2
Que Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria y vosotros seáis la gloria de él
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 1,11_2,2
Hermanos:
Siempre rezamos por vosotros, para que nuestro Dios os considere dignos de vuestra vocación; para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe, y para que así Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria y vosotros seáis la gloria de él, según la gracia de Dios y del Señor Jesucristo. Os rogamos a propósito de la última venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestro encuentro con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras: como si afirmásemos que el día del Señor está encima.
Evangelio
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 19,1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
- Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó enseguida, y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
- Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:
- Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó:
- Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Comentario del Papa Francisco
En Jericó tiene lugar uno de los acontecimientos más gozosos narrados por san Lucas: la conversión de Zaqueo. Siendo pequeño de estatura, Zaqueo se trepa a un árbol, para poder ver al Maestro que pasa. Este gesto exterior, un poco ridículo, expresa sin embargo el acto interior del hombre que busca tener un contacto con Jesús. Jesús, cuando se acerca a ese árbol, lo llama por su nombre: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa” (Lc 19,5). Su nombre tiene un hermoso significado lleno de alusiones: “Zaqueo”, en efecto, quiere decir “Dios recuerda”. Y Jesús va a la casa de Zaqueo, suscitando las críticas: ¿Cómo? Con todas las buenas personas que hay en la ciudad, ¿va a estar precisamente con ese publicano? Jesús dice: “Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán”. En la casa de Zaqueo, desde ese día, entró la alegría, entró la paz, entró la salvación, entró Jesús. Y yo te digo a ti: si tienes un peso en tu conciencia, si tienes vergüenza por tantas cosas que has cometido, no te asustes. Piensa que alguien te espera porque nunca dejó de recordarte: es tu Padre, es Dios quien te espera. Trepa, como hizo Zaqueo, sube al árbol del deseo de ser perdonado; yo te aseguro que no quedarás decepcionado. Jesús es misericordioso y jamás se cansa de perdonar.